Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea
La ronda de noche, Rembrandt (1642)
Por herencia de los Habsburgo del Sacro Imperio Romano Germánico, la región de los Países Bajos formó parte de los dominios de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico durante el siglo XVI y parte del XVII. Lo que hizo que este territorio se volviera una parte valiosa del Imperio español. Aunque a decir verdad, los neerlandeses no se pensaban en absoluto como españoles, lo que dio pie a la guerra neerlandesa por independizarse de España.
La Guerra de Independencia neerlandesa de España se denomina con frecuencia como la Guerra de los Ochenta Años (1568-1648). Al principio fue una guerra entre la España católica y los rebeldes protestantes de los Países Bajos. Lo que más tarde se fusionó con el contexto europeo de la Guerra de los Treinta Años, un conflicto continental entre reyes y príncipes católicos y luteranos. Las siete provincias rebeldes de los Países Bajos se unieron mediante la Unión de Utrecht y formaron la «República de los Siete Países Bajos Unidos» o las «Provincias Unidas». La guerra se prolongó varios años; sin embargo, durante ella y al poco tiempo de terminarla (Paz de Westfalia, 1648) los Países Bajos vivieron un crecimiento sin igual; un período que solo podría conocerse como el Siglo de Oro Neerlandés.
Esta edad de oro fue un período que duró aproximadamente desde 1588 hasta 1672. Durante este tiempo, el comercio neerlandés, los avances científicos, el arte y la colonización de ultramar neerlandesa destacaron de entre sus pares europeos. Y resultó ser aún más sorprendente considerando el entorno bélico en que se desarrolló.
Patio de la Bolsa de Valores de Ámsterdam, Emanuel de Witte (1653)
Fábrica de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales en Hugli-Chuchura, Bengala mogol. Hendrik van Schuylenburgh (1665)
Los neerlandeses se hicieron tan inventivos que crearon barcos capaces de viajar alrededor del globo para recoger grandes riquezas y también el capitalismo para financiar esos mismos viajes. En otras palabras, los neerlandeses desarrollaron sus mercados de crédito, bonos y acciones, lo cual permitió que la gente volviera sus ahorros en inversiones productivas capaces de impulsar el crecimiento económico de su joven país; esto claro, a cambio de hacer a los inversionistas partícipes de los éxitos comerciales que ellos mismos financiaron; es decir, por medio del reparto de utilidades y dividendos.
La compañía que abrió a los Países Bajos al mundo, y al mundo a los Países Bajos, fue resultado de una cercana colaboración entre capitalistas, gobierno y militares, quienes trabajando juntos dieron origen a la afamada «Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales», una de las corporaciones más rentables jamás creadas. Desde 1602, acaparó el próspero mercado asiático de las especias, fue pionera en las rutas comerciales entre Asia y Europa, y además contaba con su propia fuerza militar autorizada oficialmente para salir a los mercados globales y proteger la riqueza que generara. El gobierno neerlandés otorgó a la compañía la facultad de declarar la guerra cuando fuera necesario, conducir la diplomacia y apoderarse de colonias en Asia. A medida que el país se convirtió en el mayor imperio comercial internacional del siglo XVII, sus transacciones internacionales eran pagadas con su propia divisa, lo cual convirtió al florín neerlandés en el medio de intercambio mundial preferido del momento.
El éxito económico pronto se vio reflejado en el mecenazgo a grandes artistas, tales como Johannes Vermeer y Frans Hals, maestros cuyas obras hoy se exponen en el Rijksmuseum o Museo Nacional de Ámsterdam. Aunque no solo eso, las victorias comerciales de los neerlandeses también se mostraron en la expansión urbana de Ámsterdam, lo cual aún puede vislumbrarse en el Grachtengordel o «Anillo de Canales», un lugar encantador del siglo XVII declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El «Anillo de Canales» define la ciudad con sus pintorescas vías fluviales, formado una serie de canales concéntricos y semicirculares, cortados por canales más pequeños que salen desde el centro, como los radios de una auténtica rueda de bicicleta holandesa. Lo cruzan cientos de puentes que conectan las aproximadamente 90 islas que conforman el corazón de la capital neerlandesa.
Grachtengordel o «Anillo de Canales», un lugar encantador del siglo XVII
declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Lugares y artistas como los mencionados, son el resultado de una riqueza pasada que, a los ojos inexpertos del turista común, puede pasar desapercibida; así que si tú, apreciado lector, eres un viajero perspicaz que desea develar los secretos históricos de su próximo destino, por favor no te detengas en tu misión. Si tienes un viaje en puerta y deseas desarrollar una mirada educada para distinguir la belleza oculta detrás de la obviedad da clic aquí. Que el conformismo no decolore tu mundo, querido lector.
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