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La solución de un pirata

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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Pocas cosas eran tan aterradoras como navegar el Atlántico Norte. En plena noche y con las luces apagadas para no llamar la atención, la calma de un rondín de rutina podía terminarse con un solo torpedo impactando contra el casco. Frente a las emboscadas nocturnas de los submarinos alemanes, durante la primera guerra mundial —y luego la segunda—, los líderes británicos tuvieron que desempolvar un método que siglos antes había usado en su contra la potencia naval del momento.



Encuentro entre buques de guerra holandeses y españoles - Cornelis Verbeeck

 

El bando aliado estudió a fondo el sistema de convoyes que el Imperio español puso en marcha durante el siglo XVI para que la Flota de Indias no fuera atacada por piratas. Su autor fue Pedro Menéndez de Avilés, un navegante que al servicio del emperador Carlos V se dedicó al corso en los territorios recién descubiertos en el Nuevo Mundo. Era un joven sagaz y pronto destacó de entre los que ejercían la piratería a favor del reino y para 1554, el nuevo monarca, Felipe II lo nombró Capitán General de la «Carrera de Indias». Su experiencia en esta ruta, que llevaba buques desde la península ibérica hasta las Antillas y desde ahí a los puertos de los virreinatos en América para ser cargados con metales preciosos y de nuevo llevados a España vía las Canarias, le hizo ganarse la confianza de la Corona junto con la envidia de más de un capitán. Y le vino de maravilla estar congraciado con el poder, pues en verano de 1563, al regreso de un viaje trasatlántico, los enemigos que ya coleccionaba lo acusaron de contrabando ante la Casa de Contratación. Arrestado y aprisionado en Atarazanas, dos años después se sacudió el polvo y salió caminando con una sentencia absolutoria. Aunque este favor real no fue gratuito. Mientras Menéndez había estado contando sus días en cautiverio, la Florida se había convertido en un asunto de Estado. En cuanto puso un pie fuera, Felipe II lo mandó hacia allá para expulsar a los hugonotes franceses asentados y plantar una bandera tras colonizar la región.



Pedro Menéndez de Avilés de Francisco de Paula Martí Mora

 


En 1567, Menéndez regresó victorioso a la Corte y, muy agradado, Felipe II lo nombró Gobernador de Cuba y capitán general de una nueva armada para defensa del Caribe. En el nombramiento añadió una ordenanza como caballero de la Orden de Santiago y otra como comendador de la Orden de la Santa Cruz de la Zarza, muy bien para un tipo que unos años antes se había batido como pirata. De ahí para arriba. A los pocos años el monarca lo llamó de vuelta para organizar una Armada, esta vez para poner orden en Amberes —y tal vez para invadir Inglaterra, aunque esto nunca se concretó—. Menéndez murió a los 55 años, sobre tierra y de tifus. Pero su apoyo a Felipe II no terminó con su sepultura. En su memorial había perfilado con gran detalle el sistema de flotas o convoyes que había usado para llevar la «Carrera de Indias» de un lado del Atlántico al otro de manera segura y evitando la amenaza de tormentas o piratas. Todo esto viniendo de un marino experimentado, al emperador le llamó la atención. La estrategia comenzaba por definir la cantidad de buques que debían zarpar juntos. Dos o tres eran fáciles presas para piratas berberiscos, corsarios ingleses, bucaneros franceses o filibusteros holandeses. Debían viajar en grupo para disuadir a todos estos canallas de atacar los galeones españoles, así como para que estos últimos pudieran socorrerse mutuamente. Una nave capitana debía encabezar la flota, mientras que galeones artillados debían situarse a barlovento —el lado por donde sopla el viento— para escoltar al grupo. Asimismo, para que ningún barco se perdiera o desviara, por la noche los bajeles debían encender un farol enorme sobre el castillo de popa para servir de referencia al que tenían atrás. Además, Menéndez insistía en que bajo ningún criterio los convoyes debían zarpar más de dos veces por año. Sólo de esa manera, aseguraba, se podía mantener el orden y la protección bianual de la carga.



Inspirado por la estrategia de su almirante, Felipe II estableció mediante cédula real las condiciones para implementar un sistema de defensa naval inmune a piratas, así como las fechas en las que la Flota de Indias debía partir. Dos veces al año zarpaba desde Sanlúcar de Barrameda, donde las embarcaciones se sometían a las últimas inspecciones, y desde allí hasta las islas Canarias. Tras cargarse con agua dulce, la escuadra de treinta barcos navegaba durante una veintena de días hasta las islas caribeñas de Dominica o Martinica, donde reponían suministros, y desde allí cada barco se repartía hacia su destino en el continente. Una vez cargados de metálico y mercancía, efectuaban la misma maniobra en sentido a España. Este sistema permitió que entre 1540 y 1650, de los once mil buques que hicieron el recorrido punta a punta, sólo se perdieran 519 barcos; siendo la mayoría por motivos naturales y — contrario a lo que la imaginación popular nos sugiere— sólo el 1% a causa de piratas.

 

 

Para 1917, la adaptación británica de los convoyes de Felipe II consiguió aminorar los hundimientos de navíos a causa de ataques submarinos. Desde luego, la tecnología de la época requirió medidas adicionales que la Royal Navy no dudo en sumar, tales como las cargas antisubmarinas. Todo esto, junto con un aumento considerable de barcos aliados, contribuyó a que los submarinos enemigos perdieran efectividad. El resultado de ambas guerra mundiales demuestra que las aportaciones de Pedro Menéndez fueron de gran ayuda en más de un siglo. Y lo siguen siendo, en cierta manera se incluyen en algunas reglas del Sistema Naval de Cooperación y Orientación al Tráfico Marítimo, así como en medidas que ha tomado la OTAN para luchar contra los asaltos y secuestros perpetrados por piratas en el Índico.

 


Menéndez fue hijo de su tiempo —como todos lo han sido y seremos—, que sin duda cometió más de alguna atrocidad como corsario, pero que también hizo aportaciones que salvaron la vida de millones a lo largo de los siglos en los que hemos construido sobre su trabajo. Esto nos demuestra que el hacer histórico no es un acto muerto o sólo del pasado, sino un compendio de aprendizaje humano del cual disponemos hoy y desde donde podemos tomar mejores decisiones. Relegar el pasado por soberbia o ignorancia es desechar lo más valioso que tenemos, el aprendizaje y consejo de cientos de generaciones que no dudan en extendernos la mano.

 


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Recuerda que la cultura es una cadena, por favor no la rompas.

 




 




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Fuentes:

Cervera, César. 2020. La tragedia más dolorosa causada por los temidos submarinos alemanes que ni Felipe II pudo frenar. 11 de mayo. Último acceso: 05 de marzo de 2024. https://www.abc.es/historia/abci-tragedia-mas-dolorosa-causada-temidos-submarinos-alemanes-felipe-pudo-frenar-202005070137_noticia.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.abc.es%2Fhistoria%2Fabci-tragedia-mas-dolorosa-causada-temidos-submarinos-alemanes-felipe-pudo-fr.

Álvarez González, Román Antonio. 2019. Hazañas de Pedro Menéndez. Último acceso: 05 de marzo de 2024. https://armada.defensa.gob.es/archivo/mardigitalrevistas/rhn/2020/149/N149Recensiones.pdf.

García Martínez, Luis Antonio. 2011. Del modelo de flotas del adelantado de la florida menéndez de avilés al ncags del siglo xxi. julio. Último acceso: 05 de marzo de 2024. https://bibliotecavirtual.defensa.gob.es/BVMDefensa/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=181083.

González Fernández, Marcelino. año desconocido. Pedro Menéndez de Avilés, marino y corsario. Último acceso: 05 de marzo de 2024. https://armada.defensa.gob.es/archivo/mardigitalrevistas/cuadernosihcn/79cuaderno/cap01.pdf

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