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Lo recetó mi médico

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


Winston Churchill haciendo un brindis



Durante 13 largos años, de 1920 a 1933, los estadounidenses amantes del licor y las bebidas espirituosas, todas ellas capaces de alegrar a cualquiera en los “Locos Años Veinte”, vieron su dicha cuarteada cuando el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Decimoctava Enmienda a la Constitución y la Ley Volstead; dos instrumentos legales que inauguraron la afamada “Ley Seca”. La fiesta con “Dionisio” había terminado, aunque algunos locales y extranjeros, como el mismísimo Winston Churchill, tuvieron la pericia suficiente para esquivar la ley y seguir “celebrando”.



En diciembre de 1931, durante una gira de conferencias por los Estados Unidos, el distinguido británico, Winston Churchill, llegaba tarde para cenar en el Upper East Side con el financiero Bernard Baruch. En un esfuerzo por llegar a tiempo, Churchill tomó rápidamente un taxi, pero pronto el tráfico de la “Gran Manzana” le hizo pensar que sería más eficiente ir a pie. Nunca imaginó que, al bajarse del auto, una amarga sorpresa se asomaría ante sus ojos cerca de la Quinta Avenida. De pronto, un vehículo a 50 km por hora ¡lo golpeó sin mayor miramiento!



Churchill fue arrastrado varios metros por la calle, sufriendo contusiones en el pecho, un esguince en el hombro derecho, así como algunas abrasiones en la frente y la nariz. Sin embargo, fue su conocido talento para sacar provecho de las circunstancias más difíciles lo que le valió una alegre recuperación. En aquella época, algunos estadounidenses acudían cada diez días con sus médicos de cabecera y pagaban alrededor de $3 dólares por una receta que los excusara de la prohibición de alcohol. Sin duda, querido lector, un negocio altamente rentable para los médicos más heterodoxos. De hecho, durante los primeros seis meses de la Prohibición, que comenzó el 16 de enero de 1920, unos 15,000 médicos solicitaron permisos para ¡prescribir alcohol a los pacientes!




Siguiendo esta práctica, Winston Churchill acudió a su doctor estadounidense, Otto C. Pickhardt, para solicitarle una receta médica que complementara su recuperación tras algunos días en el hospital. La receta fue ante todo bastante particular, por no decir irónica. En ella podía leerse:


Enero 26, 1932


Esto es para certificar que la convalecencia post-accidente del Excmo. Winston S. Churchill requiere el uso de licores alcohólicos, especialmente a la hora de las comidas. La cantidad es naturalmente indefinida pero los requisitos mínimos serían 250 centímetros cúbicos.


Firma

Otto C. Pickhardt M.D.

Receta médica de Winston Churchill


Al menos el accidente le valió a Churchill una estancia más alegre en los Estados Unidos, con varias comidas entonadas por su tradicional whisky, o algunas copas de un buen brandy y un espumoso champagne que “aminoraran el dolor y la inflamación post-accidente”, diría el Dr. Otto C. Pickhardt


Imposible negarle una indicación médica al paciente, ¿no es así lector?





 


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Fuentes:

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