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Tesoro faraónico en México

Actualizado: 22 ago 2020

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


Alfonso Caso, ilustre arqueólogo mexicano, descubrió en 1931 lo que ha sido catalogado como uno de los grandes tesoros de la arqueología, equiparable a la tumba egipcia del Faraón Tutankamón descubierta por Howard Carter en 1922.


Erigido sobre los valles centrales de Oaxaca, Monte Albán fungió como centro de poder político, cultural y religioso de los zapotecos entre los periodos mesoamericanos del Preclásico Medio (1200-400a.C) y Clásico (200-1000d.C). Su posición geoestratégica le permitía el control de las rutas comerciales que conectaban al centro de México con Centroamérica, y su relevancia era tal que la “Ciudad de los dioses”, Teotihuacán, optó por establecer relaciones diplomáticas con la gran urbe zapoteca.


La riqueza que circulaba a través de Monte Albán era enorme y se vio reflejado en el tamaño de sus tumbas y opulentos entierros. Sin embargo, el descubrimiento de la “Tumba 7” sorprendió tanto a Caso como a los demás arqueólogos, ya que si bien la estructura era zapoteca, la ofrenda era mixteca. En la tumba se encontraron alrededor de 600 piezas de distintos materiales preciosos. Una de las piezas de mayor relevancia es un pectoral de oro con fechas grabadas en signos mixtecos y zapotecos, lo que sirvió como prueba de la fusión de las dos culturas y del uso posterior que los mixtecos dieron a las tumbas zapotecas.


Ante relaciones tan estrechas, ¿se podrán encontrar al día de hoy claros lazos culturales entre más pueblos indígenas de México?

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