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Refrescando a Roma

Actualizado: 10 oct

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


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Piazza Navona inundada, ilustración de 1756.


Hacia el verano de 1652, las temperaturas eran insoportables en la Ciudad Eterna. Roma padecía de un calor insufrible que obligaba a muchos a buscar consuelo bajo la sombra; sin embargo, aquello no era suficiente cuando el aire tampoco parecía moverse. La ciudad era un horno, y si sus habitantes deseaban soportar la vida romana bajo los azotadores rayos del sol, debían de encontrar una alternativa. La solución vino de parte del Papa Inocencio X.

 


El Papa del momento respondió al sofocante verano no con memorandos políticos o advertencias, sino inundando una plaza pública: La Piazza Navona. En la antigüedad, el lugar correspondía al Stadio di Domiziano, un recinto para competencias atléticas levantado en el año 85 d.C. Sus proporciones eran amplias, el Stadio contaba con 265 metros de longitud por 106 metros de anchura, medidas que se conservaron al construir la plaza actual. En el año 1652, la Piazza tenía un fondo cóncavo que facilitaba la acumulación de agua. Este diseño fue precisamente lo que inspiró a Inocencio X, pues permitía transformar el espacio ¡en un lago artificial!

 


Fue así que, cada sábado y domingo de agosto, se ordenaba cerrar parcialmente el sistema de desagüe de las fuentes de la plaza, para permitir que el agua se desbordara e inundara el lugar. Tanto nobles como plebeyos, acudíeron en masa a la plaza. Los carruajes se deslizaban sobre las piedras inundadas, los niños chapoteaban, había decorados efímeros, fuegos artificiales y músicos que tocaban desde los balcones para multitudes fascinadas con el nuevo “Lago de la Piazza Navona”. Definitivamente, las jornadas insoportables de temporada se volvieron en días felices de verano a recordar.

 

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Papa Inocencio X, por Diego Velázquez (1650)


Esta actividad pública se conservó como tradición veraniega durante 200 años y, aunque hoy no queda rastro físico de ello, escritores como Giggi Zanazzo lo dejaron por escrito para la posteridad:

 


“Todos los sábados y domingos de agosto se tapaba la alcantarilla de la fuente del medio de la Piazza Navona, y la plaza, que estaba hecha en pendiente, se inundaba por completo. ¡Qué gran diversión!"

Giggi Zanazzo, 1908


 

Hoy en día, la Plaza Navona permanece como una joya barroca, rodeada de tesoros como la Fuente de los Cuatro Ríos, obra de Bernini, y la iglesia de Sant’Agnese in Agone, diseñada por Borromini. Sin embargo, pocos visitantes imaginan que en otros tiempos este espacio se llenaba de agua y rebosaba de júbilo. Todo gracias a un Papa que supo transformar el sofoco en fiesta.

 

 

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Fuentes:

 

 
 
 

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