Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea
El asalto a Copenhague en 1659 por Frederik Christian Lund, 1887
Era pleno siglo XVII, y frente a las frías aguas del mar Báltico, ansiadas por muchos por el valor de sus rutas comerciales, se erigía amenazante el imperio sueco de Carlos X Gustav. Los suecos recién habían firmado la paz con el Reino Unido de Dinamarca y Noruega tras un año de cruentos enfrentamientos en 1658. Sin embargo, los deseos por generar grandes ingresos aduaneros a través del comercio báltico hicieron que el rey Carlos asumiera un nuevo objetivo: derrotar a Dinamarca definitivamente y arrasar con su capital, Copenhague. Además, una rápida conquista de Dinamarca le permitiría a Suecia emprender una campaña expansionista por el resto de Europa. Una jugada arriesgada había comenzado.
El 11 de agosto de 1658, el Consejo de Guerra Sueco se decidió finalmente a invadir Copenhague. En pocos días, Carlos X y sus fuerzas llegaron a la colina Valby para desde allí contemplar su objetivo. Creyeron encontrar a una población despistada, pero un muro de humo y cenizas captó su atención. La llegada de las tropas suecas era esperada y el rey danés Federico III se había adelantado al ordenar la quema de todos los edificios fuera de las murallas de la ciudad, así como el cierre de las puertas de Copenhague. Las puertas no volvieron a abrir hasta transcurridos 22 meses de cruento asedio.
Carlos X decidió bloquear puertos y caminos para asfixiar a la ciudad danesa. Sin embargo, los daneses no dejaron que el ataque sueco quedara sin respuesta y realizaron varias contraofensivas. El 23 de agosto de 1658, casi 3000 estudiantes, marineros y soldados realizaron una salida sorpresa a través de un pasaje oculto en la muralla y, sin ser vistos, realizaron atentados entre las tropas suecas y capturaron tres cañones enemigos. Los ciudadanos de Copenhague demostraban ser resistentes y capaces de soportar constantes bombardeos.
Imagen 1: Carlos X Gustavo de Suecia (1652-1653) de Sébastien Bourdon. /
Imagen 2: Imperio Sueco siglo XVI / Imagen 3: Federico III de Dinamarca por Anónimo
Ahora bien, a pesar de las esperanzas suecas de que los holandeses no entraran en el conflicto en favor de los daneses. El 29 de octubre a las ocho de la mañana se escuchó un disparo desde un buque holandés. Era la señal para avanzar y aplastar la línea sueca. El enfrentamiento fue confuso para ambos bandos y los mares quedaron obscurecidos por el denso humo de la pólvora. Fue hacia el final de la contienda, que un escuadrón de barcos daneses consiguió romper el sitio portuario sueco y se encontró con los holandeses para escoltarlos hasta el puerto de Copenhague. La alianza danesa-holandesa salvó el día y ahora tenía el control de los mares, lo que obligó a la flota sueca a buscar refugio en el puerto de Landskrona en tierras suecas.
De vuelta en territorio sueco, Carlos X estaba seguro de algo, si osaba pedir la paz las condiciones serían muy duras, solo había una opción: realizar un ataque total a Copenhague, con la esperanza de que la conquista de la ciudad pusiera fin a la guerra. El rey planeó el ataque meticulosamente, pero no consiguió mantenerlo en secreto; verás, por medio de una red de sobornos, desertores y espías, los daneses pronto conocieron los detalles del plan sueco y elevaron las defensas de la ciudad, sumando hasta 11,000 daneses decididos a empuñar sus armas y defender su hogar.
Las fuerzas suecas realizaron ataques de distracción en las afueras de la ciudad durante dos noches consecutivas para cansar a los defensores, y a la medianoche del 11 de febrero de 1659 comenzó el ataque principal. Las fuerzas suecas, lideradas por el propio rey Carlos X, atacaron desde el sur del lago St. Jørgens y fueron recibidas por el fuego rápido y preciso de un centenar de cañones daneses. Las dos divisiones atacantes consiguieron avanzar hasta que una explanada de hielo agujerada detuvo el avance sueco. Sin poder avanzar por la fragilidad del hielo, los suecos fueron víctimas de un intenso fuego de artillería. La batalla fue feroz y los atacantes intentaron desesperadamente sortear el frágil y congelado foso que se abría entre ellos y las murallas de la ciudad. Pero al final los defensores tuvieron éxito y los suecos fueron rechazados. Carlos X de Suecia supo que todos los ataques habían fracasado y ordenó la retirada.
La victoria fue muy importante para los daneses, no sólo porque su archienemigo fue derrotado, sino también por el fortalecimiento que vivió la burguesía después del suceso. Tras vencer a los suecos y proteger a Copenhague, la clase burguesa danesa se dio cuenta de su rol fundamental a la hora de defender el poder del rey Federico III de Dinamarca. Ciertamente faltaba poco más de un siglo para la Revolución Francesa, un hecho que abrió el espacio político y de gobierno a la burguesía; sin embargo, el asedio de Copenhague hizo vislumbrar los aires de cambio social que se aproximaban en Europa.
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