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¡General, estamos rodeados!

Actualizado: 22 ago 2020

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


La autoproclamación de un califato en pleno 2014 o 1435, de acuerdo al calendario islámico, tomó por sorpresa a varios; sorprendiendo principalmente al mundo occidental, para quien la convivencia religión-Estado se encuentra claramente demarcada. No obstante, esta aparición de un Estado Islámico no resultó una verdadera novedad para el mundo musulmán, pues iniciativas como ésta eran ya bien conocidas, tal y como la del sudanés Muhammad Ahmad, también conocido como Mahdi o en sus propias palabras “Muhammad el Mahdi, califa del Profeta de Allah”.


Mahdi surgió como una figura referencial e icónica en el Sudán del siglo XIX, donde se vivió lo que muchos llaman un Renacimiento Africano, un tanto distinto al renacer europeo del siglo XV a decir verdad. Este renacimiento, en lugar de buscar la belleza en la estética de tradiciones pasadas o adquirir una visión antropocéntrica, se caracterizó por movimientos político-ideológicos expansivos y por el reforzamiento de un islam rigorista y popular en el Sahel (entre el desierto del Sahara y las sabanas africanas). De este movimiento surgieron varias sectas suníes (rama islámica) y un latente mesianismo popular que Muhammad Ahmad aprovechó como plataforma para alcanzar el poder.


Entre los objetivos de Mahdi estaba fundar un Estado basado en el Corán (libro religioso islámico) y en la Sunna (colección de enseñanzas, dichos y aprobaciones silenciosas del profeta islámico Mahoma y algunos de sus compañeros). Era así que Mahdi pensaba liberar a Sudán del poderío de una turkiyya o régimen egipcio-otomano que a su vez había delegado la administración del territorio a Gran Bretaña.


Lanzando una yihad (guerra santa) en 1881, en contra de tropas egipcio-británicas, Mahdi dio inicio a un largo periodo de enfrentamientos que no habrían de finalizar sino hasta 1899. Ciertamente, al principio, tanto egipcios como británicos subestimaron el movimiento de quien ellos definían como un simple derviche o monje; vaya que se encontraban lejos de la realidad. Mahdi, desde un principio comenzó a adquirir el apoyo de varios caciques locales partidarios de su interpretación islámica y aspiraciones políticas, lo que le permitió, como alguna vez a tantos caudillos americanos en su contexto, enfrentarse al entonces bloque dominante con apoyo regional.


Derrota tras derrota, Egipto y Gran Bretaña, ya en pánico, decidieron abandonar Sudán. En 1883, los británicos enviaron a Charles Gordon, para dirigir la evacuación, aunque nadie contaba con la necedad de este orgulloso soldado victoriano. Gordon, una vez en el último reducto llamado Jartum, decidió resistir. Disponiendo de 8,000 soldados egipcios y sudaneses, algún oficial británico y un poco de artillería, defendió y se ocupó de la administración de un lugar de 34,000 habitantes; sin embargo, la situación era insostenible. El 18 de marzo de 1884 inició el asedio, las tribus antimahdistas que cubrían los alrededores languidecieron, las tribus del norte se sumaron a Mahdi, las comunicaciones con El Cairo cayeron y Jartum estaba completamente rodeada y desprovista de cualquier tipo de ayuda, aislada entre fuerzas yihadistas.


Algunos refuerzos fueron enviados al mando del general británico Garnet Wolsey, pero éste se enfrentó a tropas enemigas que retrasaron su llegada. El 25 de enero de 1885 el ejército mahdistas asaltó Jartum y aniquiló la guarnición de Gordon ya desmoralizada y afectada por el hambre y el tifus; un verdadero desastre en la historia militar de Gran Bretaña. El 26 de enero Gordon murió en manos enemigas.


La desobediencia y el orgullo de Gordon costaron la vida de 6,000 soldados y 4,000 civiles; una derrota que encendió la ira del Parlamento británico y la del general Kitchner, quien respondió ocasionando la muerte de poco más de 10,000 sudaneses.


¿Cuántas vidas valen el orgullo y el poder? ¿Cuántos patrones como este, donde justificaciones religiosas erróneas o ideas de superioridad exacerbadas, cobran la vida de miles o millones?

[Muhammad Ahmad el Mahdi]


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