La trágica embajada Keicho
- Compass.
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Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea

Hasekura Tsunenaga por Archita Ricci, 1615
Japón 1612, el archipiélago vivía los albores del periodo Edo. Faltaban 27 años para la implementación del sakoku (鎖国), una política exterior del shogunato Tokugawa con un marcado propósito aislacionista, y por medio de la cual se determinaba que ninguna persona, fuera extranjero o japonés, podía entrar ni salir del país bajo pena de muerte. Sin embargo, poco antes de su implementación, Date Masamune, un importante daimyo de Sendai –al noreste de la isla principal de Japón, Honshu–, mostró interés por conectar con Europa y España en particular. Esta es la historia de la pionera y trágica embajada Keicho, cuyo nombre proviene de aquella era histórica previa al aislacionismo Edo.
Desde el siglo XVI, durante el periodo de la Contrarreforma en Europa, distintas órdenes católicas financiadas por España y Portugal establecieron misiones evangelizadoras en Japón, entre ellas pertenecientes a jesuitas y franciscanos. Fue así que, hacia el año 1612, Masamune conoció al fraile franciscano Luis Sotelo, quien buscaba financiamiento para emprender una expedición de vuelta a Europa con el objetivo de pedir al rey español Felipe III y al papa Pablo V que enviasen más religiosos al lejano oriente. Date Masamune lo interpretó como una oportunidad, y accedió a ofrecer financiamiento siempre y cuando Sotelo también construyera relaciones comerciales entre Europa y Japón. La apuesta se lanzó a pocos años de que el archipiélago optara por un giro radical hacia el rechazo de lo extranjero y, en definitiva, el momento histórico definió el destino de la misión.
En representación de Date Masamune, el samurái Hasekura Tsunenaga, vasallo de confianza del daimyo de Sendai, emprendió el viaje a Europa junto con Luis Sotelo y 149 japoneses en octubre de 1613. Su nave, nombrada San Juan Bautista, cruzó el Pacífico hasta atracar en Acapulco. Desde allí, la misión diplomática y religiosa se dirigió a la Ciudad de México, donde se enteraron que el shogunato Tokugawa, amos de Japón durante el periodo Edo (1603-1868), había prohibido el cristianismo y hasta lanzado una feroz persecución contra los misioneros y sus seguidores. En pocas palabras, una razón importante que sostenía la misión de la embajada Keicho había desaparecido: no podrían introducir más misioneros cristianos a Japón durante años.

Date Masamune (1567-1636) por Tosashi Mitsusada (1738-1806).
A pesar del golpe letal que había sufrido la embajada, Sotelo insistió en continuar el viaje, aunque fuese con menos de 30 japoneses que le siguieron en su cruce por el Atlántico, entre ellos el samurái Hasekura Tsunenaga. Fue en octubre de 1614 que la comitiva nipona finalmente atracó en el puerto de Sevilla, para más tarde marchar hasta Madrid. Tras un cruce traspacífico y otro trasatlántico, el franciscano y sus hombres no pudieron detener el inevitable e infructuoso destino de su embajada ya que, antes de llegar a la capital española, el rey Felipe III había sido informado de la prohibición del cristianismo en Japón, por lo que actuó con suma reserva y no accedió a ninguna de las peticiones de fray Sotelo. Felipe III les permitió el paso a Roma, donde esperaban un resultado más favorable por parte del papa Pablo V; no lo obtuvieron, pues Su Santidad no quiso comprometerse bajo un contexto tan adverso como el que vivía el cristianismo en Japón durante el siglo XVII.

Recorrido de la Embajada Keichō
La misión de Sotelo y Tsunenaga fue obligada a abandonar Europa y volver a Japón. Tsunenaga y sus connacionales tuvieron la fortuna de volver a su hogar antes de que se implementara la sakoku o política de aislamiento; aunque Sotelo no corrió con la misma suerte, pues siendo cristiano estaba condenado a morir si pisaba el Japón de los Tokugawa. Aun así, decidió marchar a la Nueva España (México), enrolarse clandestinamente a un barco con dirección al oriente y tocar tierra japonesa. Al poco tiempo fue capturado y, pese a sus peticiones de auxilio a Date Masamune, fue quemado vivo en 1624; sellando así el trágico destino de la embajada Keicho.
Ahora bien, al día de hoy, Coria del Río, una localidad cercana a Sevilla, nos revela signos de Sotelo y su comitiva japonesa. Cerca de 650 corianos poseen el apellido «Japón», ya que durante la estancia de la embajada Keciho en España, unos seis o siete japoneses decidieron no volver al archipiélago, dejando tras de sí una marca que supera el tiempo. Después de todo, ¿fueron intrascendentes los esfuerzos de Sotelo y Tsunenaga?
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