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Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea
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¿Alguna vez pensaste que si hubieras cambiado una decisión tu vida sería totalmente distinta? Hay ocasiones en las que un cambio de aires puede hacer toda la diferencia. Este es el caso de dos pintoras que por descuido no fueron amigas.
«Autorretrato con paleta» - Marie Bashkirtseff
Parte de una familia aristócrata rusa, Marie Bashkirtseff abandonó la actual Ucrania en 1858 para recorrer Europa con su madre, su tía y un séquito de sirvientes. A los catorce comenzó su diario y esta afición, que al inicio se concentró en los vestidos que usaba y las miradas de admiración que recibía, se convirtió en un pilar de su personalidad, un tapiz de sus sueños y un refugio para sus frustraciones. En esas páginas dejó constatado su talento para cantar y como consultó a maestros de canto en Niza, París y Roma, imaginándose ovacionada sobre los escenarios más prestigiosos. Aunque para alcanzar ese escalafón requería de buenas conexiones y de una apreciación social privilegiada, algo con lo que no contaba pues su madre y tía estaban implicadas en la muerte del esposo de la última. Con el tiempo se demostró su inocencia, pero el proceso se prolongó tanto que el dañó social alrededor de Marie fue irreversible y, para empeorar aún más sus posibilidades, enfermó de tuberculosis. Su pulmón derecho quedó irremediablemente dañado, el izquierdo con un deterioro progresivo, y su posibilidad de convertirse en una gran cantante terminó asfixiada. No podía dejar que su objetivo de alcanzar la fama se ahogara; la tisis la consumía rápido, podía ver sus huesos marcársele bajo la piel, y en uno de sus diarios escribió que ansiaba la inmortalidad por cualquier medio posible, así fuera renombre póstumo. Para asegurarlo entró a aprender pintura a la Academia Julien en París, uno de los pocos establecimientos que aceptaba mujeres. Obsesionada, insistió en competir contra todas sus compañeras, pero una de ellas destacó de entre las demás: «A quien más temo es a Breslau... Ella atraerá la atención... No puedo perdonarme por no saber tanto como Breslau», escribió en su diario.
«En el estudio» - Marie Bashkirtseff
Louise Catherine Breslau, una alemana de padres judíos polacos, había llegado a París desde Suiza. Cuando apenas era una niña su padre murió y fue enviada a un convento cerca del lago de Constanza para tratar su asma. Mezcla de aburrimiento y habilidad, mientras estuvo confinada se dedicó a dibujar y pintar sin descanso. Destacó y decidió perseguir el viento de la oportunidad con una formación artística en París. Llegó acompañada por su madre, Louise era delgada, tenía los ojos hundidos y una boca baja a causa del asma y la precariedad. Encontró pocas escuelas de arte en la que aceptaran mujeres y se decidió por la única en donde también —esporádicamente— les permitían dibujar con modelos desnudos: la Academia Julien. Por su empeño y mal talante, las demás alumnas la caricaturizaban frunciendo el ceño y con los puños en la cadera. Impávida ante sus burlas se ganó el respeto por su habilidad, y eso enloqueció a Bashkirtseff. Breslau ignoraba el sentir de su compañera y entre ataques de asma sólo se enfocó en su trabajo. Se abrió camino hasta exponer en el Salón de París de 1879. El suceso fue una bocanada de oxígeno, abrió su propio estudio y retratando se ganó una vida modesta con suficiente tiempo libre para perseguir sus propios intereses: cuadros en los que mostrar personas comunes y darles aire en una sociedad opresiva. Durante ese tiempo forjó con otra estudiante, Madeleine Zillhardt, una relación amorosa que duró toda su vida. Por muy vanguardista que haya sido el París de la belle époque, una relación lésbica era difícil de aceptar y esto sofocó durante años el reconocimiento de Breslau. Esto no la detuvo; Zillhardt posó para ella en varias ocasiones y así aprendió a retratarla con una mirada mucho más fina, que también vertió sobre el resto de sus modelos.
«En casa o en la intimidad» - Louise-Catherine Breslau
En 1884, Bashkirtseff logró su cometido de exponer en el Salón, aunque para su decepción fue con un dibujo hecho con pastel. Estaba lejos de la fama que daba la pintura al óleo y el aire cada vez le era más escaso. Ese mismo año murió de tuberculosis. Apenas tenía 25 años. Sus cuadros se descolgaron y archivaron. Su madre, cumpliendo su último deseo, se dedicó a publicar su diario. Contrató a André Theuriet, poeta y novelista, para que condensara, secuenciara y dotara de un arco narrativo a todos los pensamientos de su hija. Al publicarlo la reacción fue inmediata. Más allá de una sensación literaria pasajera, dio inicio a un fenómeno cultural que inspiró a varios jóvenes y por el cual se dispusieron a usar la escritura como recipiente de sus propias aspiraciones. Bashkirtseff cambió la forma en la que se percibían los diarios pues en el suyo se presentó como su propia heroína y cronista, y logró poner por escrito verdades profundas e íntimas que suelen darse sólo en entornos privados.
«El baño» (Madeleine Zillhardt) - Louise-Catherine Breslau
Por su parte, con la práctica que adquirió al retratar a Zillhardt, Breslau desarrolló un ojo perspicaz y logró pintar cuadros excepcionales de escenas de tranquilidad doméstica que muestran verdades hondas ocultas a la mirada pública. Gracias a ello alcanzó un éxito inaudito para una mujer de su tiempo, aunque estaba lejos del nivel al que podía aspirar un hombre. Esa diferencia la estranguló hasta 1890 cuando pudo por fin unirse al Salón de la Sociedad Nacional de Bellas Artes, después de que abrió sus puertas a las mujeres. Dos años después aceptó la medalla de la Legión de Honor y así se convirtió en la primera mujer no francesa en recibirla.
Bashkirtseff y Breslau, ambas migrantes, viajaron a París en busca de aires nuevos. Enemistadas por la envidia de una y la ignorancia de la otra, nunca cayeron en cuenta que los cuerpos de las dos se estaban asfixiando y que las presiones sociales también las sofocaban. A pesar de que tuvieron más cosas en común de lo que creían, destaca una razón de entre las demás: buscaban un respiro para poder demostrar de lo que eran capaces. Al final lo lograron, pues a su manera encontraron la verdad oculta en la privacidad interior y pudieron exponerla con una belleza que aún inspira a escritores y pintores. La tragedia de Bashkirtseff y el agotamiento de Breslau podrían haber sido menores si en lugar de desconocerse se hubieran enfocado en sus similitudes e incluso ayudado. Si algo queda claro es que mirar con cuidado al otro nos puede servir para reconocernos a nosotros mismos y zanjar las diferencias. La empatía pudo hacer esta historia mucho más alegre; incluso puede hacer que la que escribimos día a día sea mucho mejor. Hay ocasiones en que esas personas que vemos tan distintas o antipáticas sólo necesitan que les demos un respiro. La amabilidad, la consideración y la gentileza puede darle aires nuevos a un mundo cada vez más asfixiante, fragmentado y ensimismado.
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Fuentes:
Bonilla, Paula. 2022. The Woman Knew Her Worth: Artist Louise Breslau. 27 de mayo. Último acceso: 01 de diciembre de 2023. https://medium.com/illuminations-mirror/the-woman-knew-her-worth-artist-louise-breslau-a4184039cdff
Minneapolis Institute of Art. 2022. The uncompromising art and life of Louise Catherine Breslau. 24 de mayo. Último acceso: 01 de diciembre de 2023. https://new.artsmia.org/stories/the-uncompromising-art-and-life-of-louise-catherine-breslau
Moura, Natasha. 2021. Who was Marie Bashkirtseff? 10 de noviembre. Último acceso: 01 de diciembre de 2023. https://womennart.com/2021/11/10/who-was-marie-bashkirtseff/
Wilson, Sonia. 2020. “I Am My Own Heroine” How Marie Bashkirtseff Rewrote the Route to Fame . 02 de septiembre. Último acceso: 01 de diciembre de 2023. https://publicdomainreview.org/essay/marie-bashkirtseff/
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