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Los asesinos de la montaña

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea

Representación artística de un hashshashin (2010)


La historia de Medio Oriente esta repleta de luchas e intrigas para hacerse del poder. Surgiendo del inhóspito desierto de la península arábiga, un personaje logró unir en su figura los poderes políticos y religiosos para transformar por siempre este lugar ubicado entre mundos, su nombre, Mahoma, su religión, el islam.



El papel de Mahoma, como actor histórico considerado el profeta de los musulmanes, demarcó en gran medida la lógica socio-política, cultural y religiosa de un imperio que llegó a extenderse hasta las fronteras con China e India. Tras su muerte y un breve momento de paz entre sus seguidores, sobrevinieron complejos periodos de sucesión que detonaron una larga y progresiva ramificación con más de 16 vertientes del islam, entre ellas el chiísmo, que considera a Alí, el yerno y primo de Mahoma, como el califa o sucesor legítimo del fundador.



Ahora bien, de una serie de líderes chíitas surgió una nueva rama llamada el ismailismo, y de ella, el ismailismo nizarí, como resultado de una guerra civil donde murió un príncipe de nombre Abū Manṣūr Nizār; un hombre seguido y considerado por muchos como verdadero califa. Pero las consecuencias de este nuevo sectarismo musulman no terminaron allí, pues de los nizaríes surgió uno de los grupos más temidos en la historia, la “Orden de Asesinos de Hasan-i Sabbah”, conocidos en Occidente como los “hashshashin”, un término nutrido por el mito de los homicidas que lograban adquirir valor bajo los efectos de la droga “hashish” y que, a su vez, derivó en la palabra: “asesino”.



Dentro de los dominios de los turcos selyucidas, Hasan-i Sabah logró hacerse de una base misionera y militar entre las montañas de Alamut, al sur del mar Caspio, ganándose así el legendario nombre de: “El viejo de la montaña”; un nombre del que más adelante se apropiaría Rashid ad-Din Sinan, un nizarí enviado a Siria para extender las creencias de la secta y que, a su vez, logró apropiarse de las montañas de Harim, desde donde pudo coordinar asesinatos políticos que hicieron temblar a reyes, sultanes y califas por igual, entre ellos a su más grande enemigo: Saladino, el sultán de Egipto.


[Imagen 1] La fortaleza hashshashin (asesinos) de Alamut / [Imagen 2] Pintura del siglo XIV sobre el asesinato de Nizam al-Mulk por un hashshashin.


Saladino fue la pesadilla de los guerreros cruzados que habían conquistado Jerusalén y formado un reino cristiano, pues bajo el pretexto de unir al mundo musulmán fue adquiriendo fuerza y aliados; una situación que tampoco beneficiaba a una recién llegada secta musulmana cuyo proposito era consolidarse en el territorio y distinguirse de los demás. En otras palabras, los nizaríes querían todo lo contrario a formar parte de un movimiento unificado y sus líderes en Alamut querían ver resultados.



Los intentos de Saladino por conquistar Siria, lo introdujeron en la órbita de Rashid, volviéndolo el nuevo objetivo de cientos de hashshashin listos para acometer contra su vida. Mientras el sultán de Egipto se ubicaba a las afueras de la ciudad de Alepo, un grupo de trece asesinos, con cuchillos en mano, lograron infiltrarse en el campamento y lanzarse sobre su víctima. Los guardespaldas de Saladino pronto repelieron el atentado, pero la amenaza fue contundente. Inmediatamente, el sultán le escribió a su familia para advertirles de los peligros que corrían y las medidas de seguridad que debían tomar. Desde aquel momento se volvió práctica común ubicar la tienda de Saladino dentro de un recinto fortificado y fuertemente vigilado, aislado del resto del ejército egipcio cuando estaban en campaña militar.



No obstante, a pesar de todas estas medidas, el grupo de hashshashin atacó nuevamente en mayo de 1176. Mientras Saladino visitaba la tienda de uno de sus emires, cuatro asesinos estuvieron milimétricamente cerca de lograr su cometido. Tras una repentina ráfaga de acero enemigo, el sultán fue herido en una mejilla y sus guardias se abalanzaron sobre los homicidas para descuartizarlos. Ensangrentado y conmocionado, Saladino ordenó despedir a todos los miembros de su sequito que no reconocía personalmente, para después de ello invadir sin dudar el castillo de Maysaf, uno de los centros nizaríes más importantes en Siria.



Saladino creyó tener la suficiente fuerza para dejar en escombros el castillo, pero la astucia de Rashid ad-Din Sinan definiría la contienda en menos de una semana. De acuerdo a un cronista del momento, el sultán de Egipto recibió a un enviado del “viejo de la montaña”con supuestas intenciones de llegar a un acuerdo de paz, y vaya que sus argumentos fueron muy convincentes. Una vez que el enviado fue dejado sin armas, se le otorgó una audiencia pública para ver a Saladino, pero el nizarí incistió en que la reunión debía ser privada. Eventualmente el sultán accedió, y solo permanecieron junto a él dos de sus guardias de mayor confianza, dos hombres que llegó a considerar como sus propios hijos.



Una vez frente a frente, el enviado no se dirigió al sultán sino a sus dos guardias, a quienes les preguntó:


“¿Si les ordenara en nombre de mi maestro que maten al sultán, accederían?”


Ambos respondieron con un rotundo sí, y mostrándo las espadas dijeron:


“Ordena según tus deseos”


Saladino quedó atonito y el mensajero solo se retiró junto con los dos guardias; no hubo necesidad de más palabras, la paz fue, paradójicamente, firmada con una clara amenaza.



Si bien es difícil saber con exactitud cómo se desarrollaron los hechos durante la audiencia, es seguro que a partir de 1176 tanto Saladino como Rashid ad-Din Sinan llegaron a un acuerdo, pues desde entonces el sultán decistió de invadir el castillo de los hashshashin y el “viejo de la montaña” jamás volvió a atentar contra su vida. Sin embargo, el temor ocasionado por la secta nizarí persistió durante varios años más en Medio Oriente, haciendo temblar hasta los reyes más valientes como Ricardo Corazón de León.



Y tú ¿considerarías los actos de los nizaríes como terrorismo de la Edad Media? ¿Qué puede hacer la sociedad actual, desde su cotidianidad, para evitar la creación de grupos que atenten contra su seguridad?


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Fuentes:
  • Asbridge, T. “The Crusades-The authoritative history of the war for the holy land”, Harper Collins Publishers, New York, 2010, pp. 294-296



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