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Presentación estelar: Bergman

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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Bienvenido al último artículo de este especial cinematográfico. Hoy te presento al hombre que con obscuridad iluminó el presente.


Ingmar Bergman


En 1918 nació en Uppsala, Suecia, Ingmar Bergman. El mundo del cine estaba por recibir a uno de sus mejores directores. Entre 1946 y 2003, Ingmar dirigió varias películas para la pantalla grande, experimentó con la televisión, hizo teatro y escribió constantemente memorias, diarios y guiones. Se consolidó como un cineasta con control total sobre su arte, al cual le imprimió una firma personal inigualable. Por medio de entornos, temáticas, personajes y decisiones estéticas, el estilo de Bergman es casi un género por sí mismo, en gran medida por su retrato del drama existencial.


Como la mayoría de los grandes directores, parte de la visión de Bergman fue influenciada por sus vivencias. Escribió su primer guion al final de la Segunda Guerra Mundial y comenzó a rodar películas propias durante la posguerra, una época de cambios radicales —por ejemplo, el neorrealismo italiano— que en ocasiones se considera el punto de inflexión entre el cine clásico y el moderno. De esta manera, Bergman parece equilibrarse por medio de técnicas narrativas clásicas y decisiones estilísticas modernas. Su avance internacional se produjo justo antes de otro comienzo crucial de la historia del cine. En 1950, hacia finales de la «Nueva Ola» francesa, directores como Jean-Luc Godard y Eric Rohmer señalaron la genialidad de Bergman —hasta entonces relativamente conocido— para usar la cámara de cine como un escritor usa su pluma. De esta manera, Bergman abanderó involuntariamente el concepto de «cine de autor», una tendencia que buscaba demostrar que el cine podía ser más que sólo entretenimiento y convertirse en arte.


Las películas de Bergman exploran la existencia y exigen un análisis profundo. Sus temas, en ocasiones difíciles de abordar, sentaron su fama. Exploró el matrimonio, las dudas sobre Dios, la libertad sexual y sus consecuencias psicológicas, la muerte y el destino. En general, su obra se puede categorizar en cinco grandes temas. El primero, el sufrimiento de la clase trabajadora y el amor juvenil, que se puede ver en películas como «Crisis» o «Prisión». El matrimonio y la mujer como personaje central, para retratar el dolor por lo mundano y lo burgués («Tres mujeres» o «Sonrisas de una noche de verano»). La metafísica y el hombre en angustia perpetua, en donde destacan dos de sus películas más conocidas: «El séptimo sello» y «Fresas salvajes». El rol del artista, que se tradujo en su trabajo más experimental y que se puede ver en «Persona» y en su exitosa serie de televisión «Escenas de un matrimonio» —que disparo el índice de divorcios en Suecia—. Y, por último, el autobiográfico, su periodo más reflexivo y que nos dejó obras como «Fanny y Alexander».



A primera vista la obra de Bergman puede parecer lúgubre y pesimista, sin embargo, al analizarla comunica lo contrario. Sus películas nos presentan un mundo donde hay sufrimiento y que debemos tratar de comprender, incluso cuando es absurdo, pero el cual podemos mitigar con misericordia y generosidad. Es por eso que la muerte y lo insensato se vuelven tan importantes; son los elementos que hacen que el compañerismo, el afecto, incluso el amor, sean las cosas que le dan significado a nuestra vida, una vida finita.


Las películas de Bergman ganaron numerosos reconocimientos, incluidos tres premios Oscar. Diez años antes de morir, el Festival de Cannes le otorgó el premio: «Palme des Palmes», como uno de los mejores directores de todos los tiempos. Un título que cada quien puede cuestionar pero que afirma la marca que dejó en la industria por medio de su enorme trabajo.


Muchos de sus compañeros de industria lo veneraban y en más de una ocasión lo han tratado de imitar. Woody Allen, quizás su fanático más conocido, rodó dos largometrajes dramáticos al estilo Bergman: «Septiembre» y «Otra mujer» —esta última con claras referencias a «Persona»—. Su influencia la vemos también en Francis Ford Coppola, quien, al igual que Bergman, veía el potencial del cine para representar la condición humana y sus convenciones, desde la familia en «El Padrino» hasta la sociedad en «Apocalipsis ahora». Igualmente, David Fincher se basó en la examinación que hizo Bergman sobre la personalidad y su fragilidad en «Persona» para hacer un paralelo en «Fight Club» y examinar el concepto de personalidades divididas. Al final, la idea de cine de autor continúa hasta nuestros días y, gracias a Bergman, podemos comprender una película tanto como entretenimiento como una obra de arte.


¿Cuáles de tus películas favoritas te hacen reflexionar sobre tu realidad? ¿Contienen elementos como los que explotó Ingmar Bergman? ¿Notas su influencia en las películas que te dejan pensando cuando llegan los créditos finales?


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Te invitamos a conocer una nueva recomendación en "Aprende más" al final de este artículo.


Escena de «El séptimo sello»


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