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Alfonso el Sabio

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea

Alfonso el Sabio [Imagen 1] / Alfonso el Sabio y su scriptorium [Imagen 2]


Hijo de Fernando III “el Santo” y de Beatriz de Suabia, el rey Alfonso X, también conocido como Alfonso el Sabio, heredó la corona castellana-leonesa de su padre y una posibilidad de gobernar el Sacro Imperio Romano Germánico por el lado de su madre, quien formaba parte de la dinastía Hohenstaufen.



Durante su reinado en la península ibérica, Alfonso fue reconocido por ser un innovador y un reformador. Desde un principio sus objetivos fueron desarrollar la economía y homogeneizar la administración de sus territorios, pues en aquel entonces prevalecía un mosaico de villas y ciudades, cada una con sus respectivas costumbres y formas de gobernarse; existiendo pluralidad, mas no realmente comunidad.



En términos económicos, una de sus soluciones más importantes, y aún vigentes en el siglo XXI, fue el trazado de las Cañadas Reales, es decir, caminos que por edicto real cruzan los campos de León y Castilla para permitir el libre desplazamiento del ganado y así aprovechar las temporadas de verdes pastizales; la medida fue de tal envergadura que se creó el Honrado Consejo de la Meseta, una asociación que llegó a reunir a todos los pastores de León y de Castilla para procurar y proteger sus derechos de paso y pastoreo. No obstante, las medidas económicas no terminaron allí, pues también regularizó el comercio en su reino. Por un lado, redujo los impuestos que gravaban el intercambio de bienes dentro de sus tierras y estableció un sistema común para pesar la mercancía, mientras que, por el otro, estableció aranceles frente a los demás reinos cristianos y musulmanes de la península, procurando llenar las arcas de la Corona con moneda extranjera.

Mapa de las Cañadas Reales de España [Imagen 1] / Camino trashumante por las Cañadas Reales de España [Imagen 2]


Ahora bien, si las ideas de aranceles y desarrollo económico suenan avanzadas para un rey de la Edad Media, lo que en realidad le hizo alcanzar su afamado sobrenombre como “Alfonso el Sabio” fueron sus escritos. Las obras alfonsinas, entre ellas el Setenario, el Fuero Real, el Espéculo y, por sobre todas, las Siete Partidas, son fruto de la responsabilidad y el trabajo intelectual que asumieron el rey, los miembros de su scriptorium (oficina real), y la Escuela de Traductores de Toledo, la cual rescató textos clásicos greco-latinos alejandrinos traduciéndolos desde sus versiones en árabe o hebreo.



Cada una de sus obras evoca e intenta aterrizar su deseo de dar unidad a las tierras que estaban o estarían bajo su dominio. Iniciemos con el Setenario, una obra que se estructura en torno al número siete bajo la óptica de perfección que la herencia pitagórica arroja sobre esta cifra. Sus siete partes abarcan temas como los siete nombres de Dios, los siete dones del Espíritu Santo, las siete virtudes del rey don Fernando (su padre), las siete perfecciones de la ciudad de Sevilla, las siete artes liberales, y más, concluyendo con un tratado de la fe católica enmarcado en un periodo de reconquista de tierras musulmanas. Un reflejo de cómo Alfonso reconocía un elemento de cohesión social en la religión, mucho antes de que los Reyes Católicos lo hicieran en el siglo XV.



Siguiendo con el trabajo intelectual de este rey sabio, en el Fuero Real plasmó los principios de la teoría de la realeza y de la creación de Derecho, mientras que en el Espéculo siguió el mismo orden del Código de Justiniano (Roma antigua) para hablar de una Constitución política para su reino medieval y organizar la justicia de Castilla y León. Estas dos obras, aunadas al Setenario, fueron tan solo el preámbulo de una Suma del Derecho equiparable en desarrollo y profundidad a grandes obras medievales como la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, su nombre: Las Siete Partidas.



Gracias al bagaje cultural greco-latino rescatado por la Iglesia Católica y la Escuela de Traductores de Toledo, el rey Alfonso X logró entretejer a los Derechos romano justiniano, canónico y feudal bajo una visión unitaria plasmada en “Las Siete Partidas”; una obra dividida en siete como bien le inspiró la estructura pitagórica del Setenario. La primera parte, como eco latente del Fuero Real y el Espéculo, comienza tratando las fuentes de Derecho y las características de un buen legislador, para desde allí abordar la segunda parte con una distinción entre el poder espiritual y el temporal, reconociendo la necesidad de una relación armónica entre ambos. Su tercera parte la dedica explícitamente al modo correcto de proveer y administrar la justicia, complementándola con una cuarta parte dedicada al derecho de familia que incluía la reprobación de la esclavitud ¡seis siglos antes de los movimientos abolicionistas! La quinta parte de esta magna obra sorprende refiriéndose a un derecho privado para regular los actos económicos y comerciales celebrados en su reino, llevando así al lector a una sexta parte dedicada al manejo de herencias y a la protección del huérfano, para finalmente concluir en su séptima parte con un claro derecho penal, describiendo delitos y procedimientos.



Una sola palabra podría describir a este rey que rescató lo mejor del pasado, reconoció las necesidades de su presente y soñó con un futuro común protegido por la justicia: sabiduría.

Y tú ¿qué crees que caracteriza a un buen legislador? ¿bajo qué óptica debe velarse por el bien común? y ¿cómo hacer de nuestras leyes un baluarte de la verdad, la justicia y la dignidad humana?



Facsímil de las Las Siete Partidas [Imagen izquierda] / Facsímil del Fuero Real [Imagen derecha]

 


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