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Choque de Universos

Actualizado: 22 ago 2020

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


Si de casualidad ya has visto la serie de Vikings en Netflix, recordarás la amistad entre el rey nórdico Ragnar Lodbrok y un monje cristiano de Northumbria llamado Athelstan; pero si no, no te preocupes, aquí no te spoilaré nada. En cambio, lo que aquí conocerás será lo que refleja aquella amistad, es decir un choque y encuentro entre civilizaciones.

De acuerdo al politólogo estadounidense Samuel P. Huntington, una cultura se puede entender como una construcción social definida por similitudes en el lenguaje, la religión, la tradición y la etnicidad; siendo una civilización la entidad cultural más amplia o en otras palabras el agrupamiento cultural humano más elevado y el grado más amplio de identidad cultural que tienen las personas. Aquí un ejemplo, la cultura del sur de Francia puede ser diferente a la del norte de Francia, pero ambas comparten una cultura francesa común que las distingue de Alemania; sin embargo, la colectividad europea a la que pertenecen les distingue de la civilización china o islámica.


En tiempos medievales y hasta el siglo XVII, Europa y el cristianismo eran dos conceptos proporcionales. Durante la Baja Edad Media el Papa Urbano II (1088-1099) definió a Europa como “la parte del mundo donde los cristianos viven”, incluso esta concepción continuó vigente hacia 1600, tiempo en que el rey de Francia, Enrique IV, deseaba fundar un comité continental permanente conformado por destacados estados cristianos europeos. Es entonces, bajo esta óptica, que la cristianización de los vikingos debe ser entendida también como parte de un proceso de europeización al que se le suma la adopción de una escritura más allá de las runas (sistema de escritura vikinga), un sistema político basado en reyes y no en caciques, así como la implementación de nuevos sistemas legales y culturales.


La cristianización de los pueblos escandinavos fue gradual e inició no en sus líderes sino en el pueblo común. De acuerdo al historiador Widukind de Corvey (s. X d.C) algunos vikingos de la actual Dinamarca, quienes tenían constante contacto con Europa continental, ya creían en Cristo como un dios menor dentro de su panteón de dioses. Asimismo, esta hibridación religiosa se extendió más allá de Dinamarca y es arqueológicamente palpable gracias a la cruz de Gosforth en la iglesia de St. Mary, en Cumbria, al noreste de Inglaterra; una cruz que sorprendentemente fusiona el símbolo cristiano con la mitología vikinga.


No obstante, las conversiones en la cúpula del poder de los vikingos tomaron más tiempo. Entre las conversiones al cristianismo más reconocidas esta la del rey noruego Olaf Tryggvason (s. X d.C) quien, antes de ser rey, lideraba incursiones de rapiña a Inglaterra. En su última incursión, el rey de Inglaterra, Etelredo II, le ofreció a Olaf una gran suma de dinero a cambio de que nunca volviera a islas británicas. A manera de sellar el acuerdo Olaf aceptó ser bautizado, lo cual le proveyó de una inigualable herramienta política de vuelta a Noruega. Olaf, tras su conversión al cristianismo, era el único aspirante a rey que podía legítimamente establecer acuerdos con una Europa cristiana, permitiendo así que los vikingos se insertaran en la vida política europea.


Sin duda existieron conversiones cristianas y europeizaciones genuinas entre los vikingos; sin embargo, tampoco podemos ignorar los beneficios tangibles que se derivaban de una asimilación cultural y religiosa europea para los líderes vikingos. Sino pregúntaselo al caudillo vikingo Hrolf Ganger, primer duque de Normandía, Francia.


¿Por qué creemos en lo que creemos? Frente a la tupida globalización que hoy vivimos ¿qué puntos en común encontraremos entre las civilizaciones que nos rodean?


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