Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea
[Imagen 1] Justiniano II /
[Imagen 2] La mutilación de los emperadores bizantinos Justiniano II y Phillipicus
Miembro de la dinastía heracliana del Imperio Bizantino, Justiniano II nació en el 668 d.C. Cuando su padre, Constantino IV, murió de disentería, Justiniano asumió las riendas de un imperio atribulado. Antes de morir Constantino IV logró superar las invasiones árabes orquestadas por el califa Muawiya quien, tras perder gran parte de su flota bajo las llamas del temido fuego griego, se vio obligado a firmar una tregua de 30 años con Bizancio. Sin embargo, fuera de esta victoria, el Imperio Bizantino sufrió la perdida de gran parte de su territorio en África del Norte y sus posesiones en los Balcanes se vieron igualmente comprometidas por las inmersiones de búlgaros y eslavos.
Con tan solo 16 años de edad, y ya como nuevo emperador, Justiniano II tuvo que hacer frente a esta crisis fronteriza por medio de campañas militares que le dieron algunas victorias en Armenia, Georgia, los Balcanes y Siria. La relativa estabilidad que se logró por la fuerza, desencadenó un auge en la productividad del campo y en el nivel de vida de los campesinos, pero esta bonanza no duraría para siempre. Justiniano heredó de sus antepasados una racha de locura que al poco tiempo le hizo elevar los impuestos a niveles exorbitantes, arruinando el poco éxito que con trabajos había logrado.
Su inestabilidad psicológica rápidamente se apoderó de él, transformándolo en un monstruo cuyos únicos atributos eran una sospecha patológica de todo lo que lo rodeaba y una sed insaciable de sangre. Incluso se cuenta que por la traición que sufrió de un contingente de soldados eslavos, el emperador hizo caer su ira sobre varias familias eslavas en Bitinia, donde su venganza cobró la vida de miles de hombres, mujeres y niños inocentes que fueron masacrados y arrojados al mar.
Frente a un claro descontento popular, el general Leoncio se vio respaldado por el pueblo y la aristocracia para usurpar el poder. Una vez victorioso, Leoncio decidió vengarse por el encarcelamiento que había sufrido durante el reinado de Justiniano, encadenando al antes emperador, haciéndolo desfilar por el Hipódromo de Constantinopla y luego cortándole la nariz públicamente para finalmente exiliarlo a Crimea bajo el nombre de Justiniano “el de la nariz cortada”.
La mutilación era un castigo común para los delincuentes en el Imperio Bizantino, pero también desempeñó un papel importante en la vida política. Dado que en la cultura bizantina el emperador era un reflejo de la autoridad celestial y por lo tanto debía carecer de imperfecciones físicas, la mutilación de rivales políticos se volvió una forma efectiva para marginar del poder a una persona que era vista como una amenaza. En este sentido, Leoncio esperaba que Justiniano II fuera incapaz de retomar el poder con una nariz cercenada, pero éste último aún tenía un as bajo la manga que jugar.
Justiniano II volvió en el 705 d.C a reclamar el trono, esta vez apoyado por Tervel, el Khan de Bulgaria a quien le había prometido a su hija en matrimonio, y por los jázaros, una tribu turca nómada proveniente del Mar Negro. Su colisión de fuerzas extranjeras consiguió sortear las defensas de Constantinopla entrando por un acueducto que los llevó al otro lado de las grandes murallas y les permitió rendir de inmediato a la ciudad, obligando al entonces emperador Tiberio, sucesor de Leoncio (exiliado en el 698), a escapar de ella. Sin mayor oposición, un Justiniano finalmente triunfante volvió a entrar al Gran Palacio para reinar, aunque esta vez sorprendiendo a todos con una gran nariz de oro que sobresalía de su rostro, una prótesis que además de cubrir su imperfección y devolverle el derecho de gobernar de acuerdo a la costumbre bizantina, también ostentaba su riqueza y poder.
Una vez de vuelta en el mando, la locura que le caracterizó al final de su primer reinado se hizo nuevamente evidente, dejando correr una sed de venganza insaciable que lo llevó a capturar a Tiberios, a devolver a Leoncio del exilio y una vez con sus dos predecesores entre manos a encadenarlos en el Hipódromo para que les arrojaran excrementos y los ejecutaran. Incluso el obispo que los coronó fue cegado y exiliado, contando con un poco de mejor suerte que varios de los seguidores de Tiberios y Leoncio, pues algunos fueron colgados públicamente y otros metidos en sacos para ser arrojados al mar.
La tiranía del “Emperador con nariz de oro” fue tal que, a seis años de reinar con lealtades basadas en el temor, un general de nombre Philippikos hizo estallar una seria rebelión en su contra. Respaldado por los jázaros y el ejército bizantino, Philippikos tomó el poder en el 711 d.C y ejecutó a Justiniano, evitando así un nuevo golpe de suerte que le permitiera volver a pasear su nariz por la ciudad de Constantinopla.
¿Qué consideras que es mejor para un líder, ser temido o amado? ¿Sobre qué deberían de sustentarse las lealtades hacia un líder?
Antiguo mapa de Constantinopla
Aprende más:
Bizancio-El imperio perdido [Documental]: https://www.youtube.com/watch?v=RgAlpLydy-g
Fuentes:
Cartwright, M. Justinian II, World History Encyclopedia, 2018. https://www.worldhistory.org/Justinian_II/ [Último acceso 31 de oct. de 2021]
Norwich J.J. A Short History of Byzantium, Vintage, 1999, p.102
Imágenes:
La mutilación de los emperadores bizantinos Justiniano II y Phillipicus: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:The_Mutilation_of_the_Byzantine_Emperors_Justinian_II_and_Phillipicus_-_Google_Art_Project_(cropped).jpg
Antiguo mapa de Constantinopla: https://www.history.com/news/10-things-you-may-not-know-about-the-byzantine-empire
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