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Estafa a la holandesa

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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Tengo para ti el final de una historia. Un final que ni el más hábil puede eludir sin una dosis sana de humildad y prevención.


Autorretrato (1658) – Rembrandt


A pesar de su éxito comercial, para finales de la década de 1640, Rembrandt había gastado su fortuna en una extravagante colección de arte y ya no podía pagar sus deudas ni la hipoteca de su lujosa mansión en Breestraat.



Existen muchos documentos relacionados con la vida de Rembrandt; uno de ellos excepcionalmente informativo: el inventario de bienes que los funcionarios judiciales presentaron para la venta forzada de las posesiones de Rembrandt en favor de sus acreedores. El tribunal de quiebras encomendó a Henricus Torquinius la tarea de compilar la lista. Junto a dos asistentes, recorrió cada rincón de la casa del pintor para reconocer todos sus activos. Vestidos en ropa negra a pesar del calor del verano, hicieron su tarea sin hablar y con una expresión sombría en el rostro. Frente a cada artículo anotaron con pluma sus características dentro de libros de registro; dejaron gotas de tinta sobre el suelo de todas las habitaciones. Rembrandt sólo pudo refugiarse en el silencio, de pie en el pasillo de la casa que ya no le pertenecía. Sus hijos, Cornelia, con poco más de un año, y Titus, con casi quince, fueron testigos. Demasiado pequeños para entender completamente, pero lo suficiente grandes para darse cuenta. Una de las últimas estancias en ser examinada fue la galería de arte y gabinete de curiosidades de Rembrandt, su sanctasanctórum. Además del mobiliario, encontraron una serie de piezas de todo el mundo, así como dibujos y pinturas maestras de Tiziano, Rafael, Miguel Ángel, Alberto Durero, Lucas Cranach, Hans Holbein y Lucas van Leiden. ¡Un absoluto tesoro! El inventario para la venta quedó completo y con tantas obras de alta calidad Rembrandt no tendría problema para saldar sus deudas. O eso pareció...



La mujer sorprendida en adulterio – Rembrandt



Después de un examen más detenido, a partir de cierto punto, Torquinius y sus cómplices dejaron de realizar las entradas con la minuciosidad necesaria. Alternaron registros burocráticos, precisos y pedantes con descripciones generales garabateadas sin cuidado. En algunas agruparon decenas de artículos, como por ejemplo en la sala de pintura, donde catalogaron el contenido por estantería. Así, la lista para la subasta quedó con lotes muy infravalorados. Muy por debajo de su valía las posesiones del artista cayeron bajo el martillo sin que él pudiera hacer algo para defenderse.



Pasaron varios meses entre la preparación de la lista en julio de 1656 y la primera subasta. Antes de que sucediera, el tribunal de quiebras tuvo que elaborar una lista de los acreedores demandantes. La lista la encabezó Cornelis Witsen, un hombre muy importante en Ámsterdam, que poco después se convirtió en alcalde de ésta por segunda vez. Le siguieron Witsen y Christoffel Thijsz, dueños de la casa en Breestraat, quienes presionaron al tribunal para que se procesara la quiebra lo más rápido posible para que la primera subasta se pudiera dar en diciembre. Se hizo en la taberna Keizerskroon con el subastador Thomas Jacobsz Haeringh, un hombre con experiencia en esos asuntos. Rembrandt lo conocía bien; unos años antes le había grabado al aguafuerte un retrato de su hijo para conmemorar su matriculación a cierta escuela. Tenía motivos para esperar que tomaría en cuenta su reputación como artista durante la subasta. No sólo no lo hizo, sino que fue la primera de muchas decepciones.




En vista de la gran cantidad de excelentes cuadros disponibles, era razonable que la venta produciría una gran cantidad de dinero para salvar de la bancarrota a Rembrandt. Para darnos una idea, Johannes de Renialme, quien durante años había comprado todos los Rembrandt que podía encontrar, estimó el cuadro «La mujer sorprendida en adulterio» en 1,000 florines de la época. Un solo cuadro en mil florines. Por lo menos eso hubiera sido si la subasta no se hubiera anunciado públicamente en todo Ámsterdam, dejando a la vista de todos la quiebra de Rembrandt. Los comerciantes y agentes de arte locales —listos para la reventa— mantuvieron la noticia en secreto para mantener altos los precios en el extranjero y, el día de la subasta hicieron tratos entre ellos para mantener bajas las pujas de los lotes ya de por si subvaluados. La venta de cincuenta de los cuadros de Rembrandt alcanzó un total menor a 1,000 florines, ni siquiera el valor estimado por Renialme para un sólo cuadro. Lo mismo sucedió con las pinturas de maestros en su colección, sin duda el grupo más valioso. Fueron asignados a los postores por precios de obsequio. Después de deducir los costos, Rembrandt se quedó con 1,322 florines. La primera parte de la estafa había iniciado.



La continuación de esta farsa sucedió el 13 de febrero con la segunda subasta. Esta vez de la casa en Breestraat. Los primeros en levantar la mano fueron un albañil y un martillador, títeres enviados para mantener las ofertas bajas. La mansión terminó pasando a un par de cuñados, uno zapatero y otro mercero, que ofrecieron 11,218 florines, casi 2,000 menos del valor original que Rembrandt había acordado diecinueve años antes. Para empeorar la situación, el pago lo hicieron a plazos. El 22 de febrero, el contador de la corte convocó a Rembrandt para entregarle los primeros 4,180 florines. Tras él llegó Cornelis Witten y como principal acreedor exigió que se le entregara la suma directamente. El pintor ni siquiera tocó el dinero.



En septiembre de 1658 se hizo la tercera subasta, e igualmente se anunció públicamente. En esa ocasión Haeringh malbarató una colección impresionante de aguafuertes, grabados y dibujos que Rembrandt había reunido durante años y ordenado según tema. Los marchantes y coleccionistas presentes se aseguraron de repetir la farsa. Al final, la cantidad recaudada de una de las colecciones más valiosas de Europa fue la miserable suma de 600 florines.



Sin nada más que vender y con acreedores mordisqueando los 13,140 florines que Rembrandt recaudó entre las tres subastas, le fue imposible alcanzar los 20,000 que debía para liquidar sus deudas. Se mudó con su familia a una casa más pequeña y nunca se recuperó financieramente. Murió el 4 de octubre de 1669 sumido en la pobreza y hoy sus cuadros son atesorados en museos de todo el planeta por ser piezas invaluables. Curiosamente muchos de los mejores fueron pintados tras la bancarrota, cuando Rembrandt alcanzó su estilo más maduro, introspectivo y, bien aprendida la lección, cuidadoso.


Autorretrato con dos círculos – Rembrandt


Esta historia es una de advertencia, un recordatorio del valor de mantenerse con los pies en la tierra ante el éxito, astuto frente a los interesados y prevenido ante los imprevistos del destino. No todo en la Historia son batallas heroicas y grandes acontecimientos, también hay dramas personales que resuenan mucho más hondo en nuestra vida con una enseñanza mucho más palpable.



¿Qué otros personajes históricos conoces que alcanzaron la punta para caer por culpa de una mezcla de ingenuidad y envidia de otros? ¿Crees que sea valioso estudiar sus casos desde esta perspectiva?



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Fuentes:

Molcard, Eva Sarah. 2018. 21 Facts About Rembrandt. 05 de septiembre. Último acceso: 11 de abril de 2023. https://www.sothebys.com/en/articles/21-facts-about-rembrandt#:~:text=Despite%20his%20commercial%20and%20financial,collection%2C%20and%20his%20printing%20press

Zuffi, Stefano. 2019. Rembrandt. Munich: Prestel.



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