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Monjas coronadas

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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Hoy tengo para ti una curiosidad barroca. De esas que con cada respuesta que nos dan nos siembran una pregunta nueva en el presente.


Sor María Juana de San Rafael


Durante el barroco novohispano, por lo general, en cuatro ocasiones se hacían retratos de monjas: cuando eran designadas madres superioras, cuando fundaban una orden nueva, cuando morían, o el caso más representativo, cuando se hacían retratos de las niñas ricas que entraban al convento. A estos últimos hoy los conocemos como: «monjas coronadas».



Las familias ricas encargaban retratos de sus hijas cuando estaban a punto de tomar los hábitos. Estos cuadros servían para exhibirse en casa y como registro de que nunca regresarían. Conmemoran las extravagantes ceremonias de profesión donde las futuras novicias se vestían con coronas imperiales elaboradas con flores, cera, papel y joyas. Símbolo del último placer terrenal que tendrían antes de glorificar la fe y, sobre todo, una forma de hacer pública la virtud y el éxito económico —entonces comprendidas como características inseparables— de las familias criollas de las monjas y de los conventos a los que entraban. Asimismo, estas imágenes son un testigo de la particular identidad novohispana de la época; muchos de estos retratos de finales del siglo XVIII revelan el rechazo criollo al gusto preferido por los borbones, la nueva casa reinante en España.



Estos «retratos de boda», ya que la monja pasaba a ser esposa de Cristo, están inspirados en las imágenes de Santa Rosa de Lima engalanada con flores; un estilo que resonaba en la preferencia familiar de la época, propensa a la teatralidad y al impacto emocional del barroco. Además de los tocados, se les agregan otros objetos litúrgicos como palmas, niños Jesús, flores, crucifijos y velas, cada uno con un significado. El escudo en el pecho, portado como identificación, sólo era utilizado por las mojas de las ordenes concepcionistas y jerónimas; está última, a la que perteneció Sor Juana Inés de la Cruz.






Las monjas conservaban sus coronas —y, dado el caso, sus escudos— durante toda su vida. En muchos casos, al morir eran enterradas usándolas y representaba otra oportunidad para hacer un retrato fúnebre, de igual manera, con el tocado del día que tomaron los hábitos.



Más allá de una curiosidad y del posible logro artístico, las monjas coronadas son un retrato del corazón de la alta sociedad novohispana. Sus preocupaciones y aspiraciones quedaron retratados junto con sus hijas. En una sociedad altamente estratificada y con una infinidad de castas, los retratos eran más que un simple testigo facial, sino un cúmulo de mensajes que consolidaban la posición y el linaje de tanto la monja como de sus familias y sus conventos. Nos hablan de la mentalidad de una época, de lo que encontraban valioso y útil, así como de la manera en que la sociedad estaba organizada.



¿Qué retratos del presente serán objeto de curiosidad en el futuro? ¿Qué elementos y vestimenta tienes en tus fotografías favoritas? ¿Qué crees que digan estos elementos de tu forma de pensar, aspiraciones y rol en la sociedad?



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Monja Concepcionista Coronada [Imagen izquierda] /

Sor María Ignacia de la Sangre de Cristo [Imagen derecha]



 


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Fuentes:

  • Oles, James. 2015. Arte y Arquitectura en México. México: Taurus.






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