Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea
Caricatura estadounidense representando a Rusia en el siglo XIX (Revista Puck)
Hacia la segunda mitad del siglo XIX Europa vivió un periodo de turbulencia social llamado “Las Revoluciones de 1848”, una oleada revolucionaria que hizo frente al absolutismo que se había implantado en el continente tras la derrota del Imperio Napoleónico y la celebración del Congreso de Viena (1814-1815), un encuentro internacional que buscó restablecer el status-quo previo a la Revolución Francesa (1789-1799).
Las revoluciones que se desataron fueron en esencia de corte democrático y liberal, lo que pretendía modificar la estructura del poder, pues se deseaba que la legitimidad del Estado viniese de los gobernados y no del gobernante. Ahora bien, si ya esto representaba una amenaza para las monarquías absolutas europeas, un ingrediente adicional que se sumó al polvorín fue el nacionalismo romántico, el cual acentuó todos aquellos elementos que conformaban la unidad de los gobernados: su lengua, cultura, religión, costumbres, etc. Así, por ejemplo, los alemanes veían la legitimidad del Estado que deseaban en el ser alemán, los húngaros en el ser húngaro y los eslavos en el ser eslavo.
No obstante, a diferencia de otros, el movimiento eslavo vaya que significaba un problema de grandes magnitudes, pues eran, y son incluso al día de hoy, el grupo etno-linguístico más grande de Europa. Lo que implicaba que podía apelar a croatas, serbios, búlgaros, rusos, ucranianos, polacos, checos, eslovacos y macedonios por mencionar solo algunos. Las ondas expansivas del paneslavismo podían verse alcanzar el centro de Europa, los Balcanes y los confines de Rusia, lo que hizo temblar a un imperio en particular: el Austriaco.
La fuerza impulsora de este movimiento nació de entre los súbditos del emperador austriaco, particularmente de escritores y políticos eslovacos que se llamaban a sí mismos Štúrovci o seguidores de Ľudovít Štúr, un escritor y político paneslavista autor del libro Eslavismo y el mundo del futuro. En su obra, Štúr critica el Austro-eslavismo como un intento ideológico y político de adherir al movimiento nacional eslavo un sentido de fidelidad a Austria, más puntualmente a la dinastía de los Habsburgo. Pero Štúr fue incluso un paso más allá hablando de una incorporación de los eslavos del Imperio Austriaco al Imperio Ruso, contraponiendo a estos gigantes de antaño.
Cada nación tiene su tiempo bajo el sol de Dios, y el tilo [un símbolo de los eslavos] está floreciendo, mientras que el roble [un símbolo germano y austriaco] floreció hace mucho tiempo.
Ľudovít Štúr, El eslavismo y el mundo del futuro.
[Imagen 1] Ľudovít Štúr de Jozef Božetech Klemens (s.XIX) /
[Imagen 2] Postal paneslava que representa a Cirilo y Metodio, con el texto "Dios/Nuestro Señor, vela por nuestra herencia/tierra de nuestros patriarcas" en 9 idiomas eslavos.
Ľudovít Štúr a menudo simbolizaba a los eslavos como si fueran un árbol, con las naciones eslavas "menores" como ramas, mientras que el tronco del árbol era Rusia. Eventualmente su idea fue desarrollándose al punto de estar convencido de una necesaria “rusificación” de la población eslava, incluyendo una conversión masiva al cristianismo ortodoxo, la religión extendida por los monjes bizantinos Cirilio y Metodio en tiempos de la Gran Moravia (s. IX-X d.C), un imperio medieval del centro de Europa forjado por checos, moravos y eslovacos, y que llegó a compartir la misma ortodoxia que la Rus de Kiev (s. IX- XIII d.C), los ancestros culturales de rusos y ucranianos. En otras palabras, el pasado era una fuente de inspiración constante para el nacionalismo romántico del movimiento paneslavista.
Si bien los nacionalismos desatados durante las revoluciones de 1848 fueron ocasión de alarma para la mayoría de las monarquías del momento, el paneslavismo jugó bajo otra lógica, preocupando al emperador austriaco, pero favoreciendo los intereses expansionistas del zar de Rusia. Desde el siglo XVII, los rusos deseaban obtener puertos en aguas más cálidas, lo que guio varios de sus esfuerzos diplomáticos y militares en el tablero europeo, esfuerzos que encontraron un gran aliado en la raíz eslava que Ľudovít Štúr y otros intelectuales defendían desde el centro de Europa y los Balcanes. Esto finalmente condujo a una relación neutral, pero hostil, entre Rusia y Austria durante la Guerra de Crimea (1853-1856), y a la campaña balcánica (1877-1878) del Imperio Ruso, que resultó en la liberación de los Balcanes del Imperio Otomano, un actor igualmente afectado por los nacionalismos eslavos.
A lo largo de la Historia moderna y contemporánea ha existido una fuerte simbiosis entre los conceptos de “Estado” y “Nación”. Por un lado, las naciones quieren sus propios Estados para asegurar su supervivencia y autonomía, mientras que, por el otro, los Estados muchas veces promueven el nacionalismo para fortalecerse, preservar su independencia y en ocasiones, como el caso de Rusia, favorecer su expansión.
Y tú, ¿identificas los impactos actuales de algún tipo de nacionalismo en el mundo? ¿hasta que punto crees que el nacionalismo puede favorecer la identidad o la división?
Aprende más:
Los pueblos eslavos- Conferencia de José Alipio Morejón https://www.youtube.com/watch?v=G-o7irfUfI8
Fuentes:
Imágenes:
Caricatura estadounidense representando a Rusia en el siglo XIX (Revista Puck)
Ľudovít Štúr de Jozef Božetech Klemens (s.XIX) https://es.wikipedia.org/wiki/%C4%BDudov%C3%ADt_%C5%A0t%C3%BAr#/media/Archivo:Ludovit_Stur.jpg
Postal paneslava
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