Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea
Grabado en madera por Katsushika Hokusai, 1835
El cultivo del arroz llegó a Japón hace aproximadamente 3,000 años. Desde el sur de China, cruzando el Estrecho de Corea y asentándose en Kyushu, al sur del archipiélago japonés, la llegada de este pequeño grano transformó la vida socio-económica nipona para siempre. En la historia japonesa, la relevancia del arroz fue tal que logró trascender el espectro culinario para sustentar durante siglos la propia vida financiera de campesinos, comerciantes y señores feudales por igual; incluso fue capaz de sentar las bases del sistema bancario en Japón y del ¡primer mercado de futuros del mundo!
Antes de los cultivos de arroz, Japón dependía de la pesca, la caza y la recolección como medios de sobrevivencia. Pero una vez que este pequeño grano blanco se asentó en sus islas, la gente cultivó arrozales y aseguró una nueva fuente de alimentación, lo que indirectamente provocó un cambio importante en sus vidas. De pronto, en todo Japón se desarrollaron sociedades agrarias basadas en el cultivo de arroz y la gente se reunió alrededor de los arrozales para cooperar y formar mejores asentamientos.
Ahora bien, estando las tierras en manos de los daimyos y el shogun, en otras palabras, los poderosos, éstos promulgaron una ley para asignar arrozales entre la población, ¿con qué fin?, pues cobrar impuestos sobre la producción. Por esta razón los daimyos (señores feudales) recibían la mayor parte de sus ingresos en forma de arroz y lo median en kokus, siendo un koku una cantidad igual a la cantidad de arroz que come un hombre en un año.
Frente a las toneladas de arroz que recibían los daimyos y el shogun, pronto, los comerciantes de Osaka y Edo comenzaron a organizar almacenes para guardar el arroz a cambio de una módica y jugosa tarifa. Así, del sistema de almacenes, surgió otro de corredores o intermediarios de arroz, quienes compraban y vendían billetes de papel representando derechos sobre una porción del valor que había en almacén. Este fue probablemente el primer papel moneda en Japón, sustentado en un bien de consumo valorado por todo japonés: el arroz. Es más, muchos comerciantes de todo el país estaban dispuestos a cambiar los billetes de papel por monedas o barras de metal, reconociendo que los corredores de Osaka aceptarían los billetes como pago por el arroz.
Intercambio de arroz en Dōjima por Yoshimitsu Sasaki, 1880
El sistema fue evolucionando hasta volverse en un ¡verdadero mercado de futuros!, llevado a cabo en la «Bolsa de Arroz de Dojima». En pleno siglo XVIII, este mercado operaba cumpliendo las reglas contemporáneas de futuros, básicamente: un volumen fijo de arroz representado en los billetes de papel y fechas de expiración para cobrarlos en los almacenes. Todas las transacciones se escribían en libros donde se podían leer los nombres de las partes, el volumen de arroz, los precios de los futuros y las fechas de entrega. ¿Pero al final qué podía hacerse con un billete de papel valorado en arroz? Muy sencillo, comprar el billete barato y venderlo más caro, ganando una utilidad; adquirir el arroz a buen precio y venderlo al consumidor directamente, ganando otra utilidad; o simplemente alimentar a los tuyos. Como verás, las preferencias del mercado por un bien primario como el arroz y el sistema de futuros del momento, respaldaron por sí mismos el primer papel moneda de Japón y varias de estas instituciones, con sede en Osaka, crecieron con el tiempo hasta convertirse legítimamente en bancos. No por nada, el sistema recibió rápidamente el respaldo formal del shogun, quien no dudó en actuar a través de la «Bolsa del Arroz de Dojima» para influir en la política monetaria durante el periodo Edo.
Es increíble como algo tan sencillo, como un grano de arroz, puede echar a andar todo un efecto dominó financiero, ¿no lo crees? ¿Pero qué se requiere para hacerlo escalar? ¿Serán solo las preferencias compartidas de millones?
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