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Vikingos por el Mediterráneo

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea


La Guardia Varega


Durante su reinado, el emperador bizantino Basilio II (976-1025) empezó a temer por su vida. En aquel entonces, Constantinopla era una ciudad plagada de conspiración política y donde los miembros de la guardia imperial cambiaban sus lealtades día y noche en favor del mejor postor, dejando al emperador a expensas de la incertidumbre. Era imposible gobernar así, por lo que en aras de buscar la seguridad de su trono recurrió, irónicamente, a la experiencia del usurpador del poder Rus, Vladimir I de Kiev, y a sus temidos mercenarios, hombres que no dudaron en dejar sus marcas por doquier después de horrorizar a sus enemigos.



En la Edad Media, formar parte de una órbita religiosa era el análogo a las organizaciones regionales o internacionales de la actualidad, por lo que tras la cristianización de la Rus de Kiev por el príncipe Vladimir, el imperio cristiano de Bizancio se sintió animado a firmar un acuerdo de asistencia militar con los Rus, donde éstos se comprometieron a enviar 6000 soldados varegos para asistir a Basilio II y protegerlo de las amenazas de traición; los mismos mercenarios que apoyaron a Vladimir a adquirir el poder.



Los varegos eran vikingos, mayoritariamente suecos, que viajaron a través de la Rus de Kiev, los Balcanes y el Imperio Bizantino, principalmente en los siglos IX y X d.C. Al consolidarse como una fuerza de élite dentro del ejército bizantino, Basilio II los lideró en contra del general rebelde Bardas Phokas, quien murió en pleno campo de batalla y cuyos hombres huyeron atemorizados por la brutalidad con la que los varegos descuartizaban a todo aquel que osaba a entrometerse en su camino. La lealtad y el coraje de la Guardia Varega, como pronto se hizo llamar a la agrupación, hicieron ver al emperador el éxito de su inversión.





Desde entonces se vio a los varegos ir a donde fuera que la corona bizantina los convocara. En un momento podían estar luchando contra normandos y lombardos en Italia para proteger los intereses de Bizancio; otras, luchando contra los árabes del emirato de Sicilia en pleno siglo XI; incluso se les vio disfrutar de las aguas del mar Adriático en Bari, mientras esperaban a ser llamados a pelear. La paga y los disfrutes imperiales pronto se hicieron escuchar en el norte de Europa, y las filas de la Guardia Varega se engrosaron de guerreros anglosajones, al punto que comenzó a ser conocida como Guardia Anglo-Varega, la destacable fuerza militar que protegió a Constantinopla durante la Cuarta Cruzada.



Ahora bien, a pesar de la mezcla cultural que vivió la Guardia Anglo-Varega, persistió una práctica vikinga que aún puede verse en los alrededores de Escandinavia e incluso el Mediterráneo: las runas.



Las runas son letras que se emplearon para escribir lenguas vikingas, y los varegos dejaron varias de ellas por el camino, grabándolas en piedra para conmemorar a sus soldados caídos. Muchas de ellas se pueden encontrar en Suecia, Noruega y Dinamarca haciendo mención de las campañas en Grecia e Italia. Por ejemplo, en la estela rúnica U201 situada en Uppland, Suecia, se lee claramente:


"Þegn y Gautdjarfr y Sunnhvatr(?) y Þórulfr, mandaron erigir esta piedra en memoria de Tóki, su padre. Él falleció en el extranjero en Grecia. Que Dios ayude a su espíritu y alma."



Mientras que en la rundata U 133 se conmemora a un caído en Italia:


"Guðlaug erigió estas piedras en memoria de Holmi, su hijo, y en memoria de ella misma. Él murió en Lombardía [Italia]."



No obstante, el paso de los varegos también quedó grabado sobre mármol frente a las aguas mediterráneas. Por un lado, los vikingos tallaron dos largas inscripciones rúnicas en los hombros y flancos del León del Pireo exhibido en el Arsenal veneciano. Las runas están talladas sobre mármol en forma de un elaborado pergamino con cabeza de dragón lindworm, en un estilo muy similar al de las piedras rúnicas en Escandinavia. Mientras que, por el otro lado, los varegos también se pasearon por Constantinopla, particularmente en la antigua basílica ortodoxa de Santa Sofía o Santa Sabiduría. La primera inscripción rúnica fue descubierta en 1964, en un vierteaguas de mármol del piso superior de la galería sur, y la segunda en 1975, en un nicho de la parte occidental de la misma galería de Santa Sofía.


[Imagen 1] Estela rúnica U201 / [Imagen 2] Rundata U 133 /

[Imagen 3] León del Pireo en Arsenal veneciano / [Imagen 4] Inscripción rúnica en Santa Sofía



Las migraciones siempre han sido parte de la vida humana y sus rastros aún se ubican entre nosotros, bien sea en piedra, mármol o en nuestros propios nombres y apellidos. Los varegos y las runas mediterráneas son solo un ejemplo de ello. Nunca es tarde para conocer nuestros orígenes, ¿los buscarías?


Muchas gracias por leer. Te invitamos a conocer una nueva recomendación en "Aprende más" al final de este artículo.



 


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