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Cosechando oro

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea



El antiguo poeta griego Hesíodo (s. VI a.C), en su obra Los trabajos y los días, habló por primera vez de una historia de la humanidad definida en fases o épocas de acuerdo a su grado de bonanza: de oro, de plata, de bronce, heroica y de hierro. Este recurso fue utilizado por el poeta latino Oviedo y el doctor de la Iglesia católica San Jerónimo, llegando hasta nuestros días el término Siglo de Oro para referirnos a un tiempo de excelencia en todos los órdenes humanos.


El Siglo de Oro español fue un periodo que abarcó desde los primeros años del siglo XVI hasta mediados del XVII, destacándose no solo por la hegemonía hispana bajo la casa de los Austrias, sino también por un extraordinario desarrollo cultural que logró extenderse por Europa y América.


Una de las causas de este auge cultural, sobretodo en tiempos de expansión territorial con Carlos I (V del Sacro Imperio Romano Germánico) y Felipe II, fue la caudalosa llegada de metales preciosos americanos a España. La bonanza encontrada en América aumentó exponencialmente el mecenazgo de la monarquía, de la nobleza y de la Iglesia católica; respondiendo, en parte, a una coyuntura socio-política donde convergía la exaltación a la Corona y la legitimación del catolicismo frente a la Reforma protestante.




Ahora bien, el agua sin tierra fértil no resulta en cosecha; para el momento en que el “Nuevo Mundo” inundó de bienes las arcas reales, la sociedad española había transcurrido un proceso de autoconocimiento que le permitió cultivarse culturalmente y desde allí dar como fruto grandes expresiones de su idiosincrasia e identidad. Su pasado próximo de reconquista contra las taifas musulmanas de Al-Ándalus, las grandes hazañas bélicas de los Austrias por Europa, el concilio de Trento y su Contrarreforma católica, los sueños tejidos con América, incluyendo las influencias renacentistas y barrocas de Italia, fueron los ingredientes de un siglo inigualable que aún hace vibrar aquella fibra iberoamericana común entre Latinoamérica y la península ibérica.


Las características artísticas del periodo podían verse pendulear entre la recuperación de los temas cotidianos y el desarrollo de un lenguaje intelectual alejado de lo popular; sin embargo, algunos elementos comunes que adherían los extremos eran el concepto del honor, proveniente de una belicosa Edad Media; el buen comer, eterno compañero del alma hispánica; el gusto por el vino, tradición medular de la región; la guerra, de la que participaron el mismísimo Cervantes en Lepanto o Calderón de la Barca en los Tercios de Flandes; y la devoción religiosa, como mostró la poesía mística de Santa Teresa o San Juan de la Cruz, reformadores de la antigua orden del Carmelo (הכרמל/ الكارمل)


De izquierda a derecha [Miguel de Cervantes, Calderón de la Barca, Santa Teresa,

San Juan de la Cruz]


En suma, el Siglo de Oro español desarrolló la mayoría de las artes. En la pintura podemos destacar a grandes maestros como Doménikos Theotokópoulos, mejor conocido como El Greco, y Diego Velázquez, autor del emblemático cuadro: Las Meninas. Mientras tanto, la lengua castellana alcanzó sorprendentes hitos de desarrollo y difusión gracias al teatro y la literatura.


El teatro del Siglo de Oro fue uno de los principales intermediarios entre la cultura popular y la intelectual. Las representaciones se desarrollaban en los corrales de comedias, que acogían a un público muy variado, desde sectores populares hasta aristócratas, pasando por burgueses y letrados. Entre sus temas destacaban las pasiones humanas como los celos, el humor, el honor y la fe, elementos que lograron entretejerse en la “Comedia Nueva” de Lope de Vega, atrayendo al público por medio de una formula que combinaba lo trágico y lo cómico como nunca antes se había visto.


Al mismo tiempo, se produjeron grandes innovaciones en la literatura y la poesía. Se exploraron diversas formas de hacer poemas con el soneto, el terceto y la octava real; llevando a este género literario a grados místicos que lo volvían vehículo de religiosidad, un rasgo visible en la Noche Obscura o el Cántico Espiritual del ya antes mencionado San Juan de la Cruz. Acompañando a grandes poetas, se desarrollo la crónica y la novela, donde destaca, sin lugar a dudas, Don Quijote de la Mancha por su singular fusión de idealismo y realidad bajo la figura de un ingenioso hidalgo que, añorando la caballería medieval, funge como recurso literario para desmitificar la cortesía del pasado. Un libro que, al día de hoy, encabeza la lista de las mejores obras literarias de la historia.


Leyendo estas letras de un pasado heredado por tan grandes figuras, ¿logras escuchar el eco de un siglo que hoy compartimos españoles e iberoamericanos? Sigamos cultivando y cosechando juntos.


De izquierda a derecha [Diego Velázquez, Doménikos Theotokópoulos (El Greco), Lope de Vega]



 


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Fuentes:

Imágenes:

Calderón de la Barca

Santa Teresa

San Juan de la Cruz

Diego Velázquez

Doménikos Theotokópoulos (El Greco)

Lope de Vega





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