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El emperador… ¿resucitó?

Actualizado: 22 ago 2020

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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Bienvenido de nuevo. Esta vez tengo para ti algo que puede ser parte de uno de los secretos mejor guardados de la historia de México.


Este es un retrato del emperador Fernando Maximiliano de Habsburgo realizado por Charles Jacotin. Esta imagen del archiduque austriaco estaba dentro de su equipaje al llegar al puerto de Veracruz para convertirse en el emperador del Segundo Imperio Mexicano.



En 1861 el presidente Benito Juárez decretó la suspensión del pago de la deuda externa mexicana para impulsar las reformas de su gobierno. Francia, uno de sus principales acreedores, respondió con una invasión militar. En esa coyuntura, el grupo conservador de México apoyado por Napoleón III, le ofreció el trono mexicano a Maximiliano de Habsburgo y a su esposa Carlota.



El imperio de Maximiliano se mantuvo durante tres años, hasta que Francia retiró sus tropas y con ellas el apoyo a Maximiliano. Carlota regresó a Europa para negociar la ayuda europea, dejando a su esposo en una violenta sucesión de eventos que resultaron en su captura por parte de Benito Juárez y en su fusilamiento en 1867.



Tras la ejecución, el cuerpo embalsamado se envió a Austria, en donde la leyenda cuenta que la madre de Maximiliano exclamó: «¡Este no es mi hijo!». Esa expresión es fundamental para la teoría que afirma que, al ser Juárez y Maximiliano masones, el presidente fingió el fusilamiento y Maximiliano aceptó huir del país tomando una nueva identidad en Centroamérica con el nombre de Justo Armas.



Justo Armas sin duda existió y fue un refinado hombre que llegó al Salvador a finales del siglo XIX y que rápidamente se colocó en la alta sociedad salvadoreña. Este misterioso hombre hablaba alemán fluido, además de varios otros idiomas, y tenía un amplio conocimiento de la aristocracia europea y los asuntos judiciales de Austria y sus vecinos.



Se cree que dado al alto grado masónico que tenía Maximiliano, ahora con el nombre Justo Armas, fue recibido en El Salvador por el vicepresidente y canciller Gregorio Arbizú, quien le encontró un trabajo en el gobierno. Pronto, Justo Armas fue instalado en una casa propia donde se rodeó de docenas de objetos que pueden trazarse hasta Maximiliano. Más allá del sorprendente parecido físico que tenía Justo Armas con Maximiliano, la evidencia más sugestiva es la visita que dos emisarios austriacos hicieron en 1914. Estos hombres evitaron contactos con el gobierno salvadoreño y, en cambio, buscaron entrevistarse con Justo Armas. Cuando finalmente se encontraron, los austriacos supuestamente le rogaron que regresara con ellos a Austria y asumiera su posición legítima, a lo que Armas se rehusó.



Hasta la fecha se asegura, sin tener resultados publicados en medios especializados, que se han llevado a cabo pruebas comparativas de ADN entre el cuerpo de Justo Armas y descendientes de la familia de los Habsburgo, con resultados que ligan directamente al misterioso hombre con la familia real.



Estas afirmaciones aún requieren pruebas contundentes; sin embargo, la ventana histórica que abre esta posibilidad es digna de investigarse. De ser cierta, demostrar la identidad de Justo Armas como la del segundo emperador de México reescribiría la visión histórica que tenemos de uno de los periodos más cruciales de la historia mexicana y sus actores principales.



¿Tú qué piensas de esta historia? ¿Cuáles crees que serían las consecuencias de un descubrimiento como este? ¿Crees que este secreto aún se siga guardando y es por ello que no se han podido publicar pruebas contundentes?



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Justo Armas

 
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