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El peligro normando

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea

Saqueo normando, Anónimo


Sin importar cuán hábiles y feroces fueran las tropas de Nicéforo III Botaniatès, emperador del Imperio Bizantino siglo XI d.C, Alejo Comneno decidió marchar sobre la ciudad imperial de Constantinopla. Con mercenarios alemanes y turcos, Alejo asedió la capital bizantina y consiguió hacerla suya el jueves Santo de 1081. Fue entonces que Nicéforo sugirió ofrecerle a su enemigo una monarquía compartida, pero el poder absoluto siempre resulta una opción más atractiva. Inmediatamente, Alejo asumió la corona con el poder de las armas y Nicéforo abdicó para retirarse a una vida monacal. Aunque pronto una nueva amenaza emergió del poniente cuando los normandos de Roberto Guiscardo decidieron asechar el trono.



En aquel entonces dos fuerzas importantes merodeaban las fronteras del Imperio bizantino, normandos al oeste y turcos selyucidas al este. La lucha contra éstos últimos presuponía un esfuerzo más prolongado, aunque sus disputas tribales los debilitaron temporalmente y Alejo I Comneno pudo decantarse por primero repeler a las tropas de Roberto Guiscardo, quienes ya se habían adentrado en su territorio desde los Balcanes.



Después de capturar parte de la actual Albania, Roberto justificó la invasión argumentando que deseaba devolverle el trono bizantino al ex emperador Miguel VII Ducas, predecesor de Alejo I y Nicéforo III, y con quien había firmado una alianza en 1074. La intensión normanda fue evidente, deslegitimar a Alejo como emperador; no obstante, la respuesta bizantina también fue contundente, movilizar tropas y aliados en mar y tierra. Por un lado, la flota veneciana, aliada de Bizancio, infligió una seria derrota marítima a los hombres de Guiscardo, tiñendo de sangre normanda las aguas del Mediterráneo. Mientras que, por el otro, Alejo intervino con su cuerpo militar de élite por excelencia, la guardia varega; hombres de voluntad moldeada por la paga que percibían del emperador.



Rechazando el consejo de sus experimentados generales, Alejo decidió evitar una guerra de guerrillas y optó por atacar directamente a las tropas de Guiscardo. La batalla resultó incierta por mucho tiempo, pero al final el líder bizantino se vio severamente derrotado y tuvo que abandonar la Tienda Imperial en el campo de batalla. La ciudad de Dyrrachium cayó en aquel violento día de febrero de 1082, y los normandos controlaron con ello la Vía Egnatia, abriéndose paso a la mítica Constantinopla.



Fue bajo el dramatismo de esta situación que Alejo pudo jugar magistralmente el resto de sus piezas. Como nos cuenta su hija, la historiadora Ana Comneno, autora de “La Alexiada” o la historia del reinado de su padre, Alejo fue capaz de tejer vínculos diplomáticos con un gran imperio situado justo detrás de la posición de Guiscardo: el Sacro Imperio Romano Germánico (SIRG).



Tras un acercamiento con el entonces emperador del SIRG, Enrique IV, las tropas romano-germánicas se enfrentaron al Papa Gregorio VII y a los normandos en Italia. Más tarde, Alejo también capitalizó las disputas internas que tuvo la familia de Roberto por la herencia de Hunifredo de Altavilla, así como los levantamientos de 1082 en la Puglia normanda, al sureste de Italia. Fue finalmente con un refortalecimiento de la alianza bizantina-veneciana que la red diplomática a espaldas de Guiscardo tuvo éxito, y se le pudo acometer una segunda derrota naval en el Mediterráneo. Estos hechos provocaron el inminente retorno de Roberto a Italia, quien partió en un esfuerzo por recuperar el control de sus territorios y dejó a su hijo Bohemundo de Tarento en Grecia para continuar con la lucha en contra de Bizancio.


[Imagen 1] Roberto Guiscardo / [Imagen 2] Nicéforo III Botaniatès /

[Imagen 3] Bohemundo de Tarento / [Imagen 4] Alejo Comneno


Sabiendo que Bohemundo de Tarento aún significaba una amenaza para la estabilidad de los Balcanes bizantinos y Constantinopla, Alejo se apresuró a interceptarlo. Sin embargo, el hijo normando mostró ser más fuerte que su padre, derrotando al emperador bizantino en Ioannina, luego en Artá y asediando Larissa durante seis exhaustivos meses. Aprovechando el asedio, Alejo se recluyó en su capital para renovar las fuerzas de su ejército. Rearmó a sus hombres, engrosó sus filas comprando la lealtad de 7000 mercenarios turcos, y corrompió con sus tesoros a cientos de oficiales enemigos.



Fue a finales del verano de 1083 que el ejército bizantino se embarcó en una campaña de emboscadas hasta conseguir diezmar la moral de sus enemigos, una moral ya entonces debilitada por la falta de paga que percibían de Bohemundo, y quien, en un esfuerzo por perseverar en la toma de Bizancio, volvió a Italia en busca de más recursos económicos. Su travesía trajo a su padre de vuelta a Grecia en 1084, acompañado de una gran flota y un ejército bien equipado con los que consiguió ocupar la isla de Corfú, en el mar Jónico, aunque no por mucho tiempo. Un año más tarde, la muerte alcanzó a Roberto Guiscardo y las luchas por sucederlo libraron al Imperio bizantino del hostigamiento normando. La autoridad imperial de Alejo I volvió a sus provincias occidentales, para 10 años más tarde ser acompañada por el retumbar de firmes pasos de guerreros cruzados que acudían al llamado de la conquista de Jerusalén. Alejo sería testigo de la primera Cruzada en la Historia de la humanidad.



Así como el oro moldeó la lealtad de muchos hombres en esta guerra entre bizantinos y normandos ¿crees que el dinero es lo único que puede moldear nuestra voluntad? O ¿acaso somos capaces de encontrar más razones por las cuales comprometernos con una causa? ¿cuáles son tus razones para hacer lo que haces?



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