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El sultán sin turbante


Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea

Sultán Mahmut II


Siguiendo el ejemplo de la modernización rusa que implementó Pedro el Grande en el s.XVIII, un siglo después, el sultán Mahmut II, también conocido como el “Pedro el Grande turco”, encauzó la modernización del Imperio Otomano a través de una serie de reformas que cambiaron incluso la forma turca de vestir.



A inicios del s.XIX el Imperio Otomano sufrió el impacto de las ideas nacionalistas europeas que se filtraron en la diversidad de su población y encendieron los nacionalismos de griegos, serbios, montenegrinos y búlgaros. Estas revoluciones internas, aunadas a constantes derrotas frente a modernos ejércitos europeos, incentivaron a Mahmut II a reformar en primer lugar la mano armada imperial: los jenízaros. En el año 1330, el sultán Bey Orhan I creó una guardia personal conocida como los jenízaros que, durante 496 años de existencia, adquirió poder, riquezas y privilegios; su desmantelamiento fue un verdadero reto para Mahmut II hasta que, en 1826, se decretó un nuevo ejército basado en reclutas de etnia turca llamado Asakir-i Mansure-i Muhammediye (عساكر منصورهٔ محمديه) o “Los soldados victoriosos de Mahoma". Sin embargo, Mahmut II no pudo detenerse ahí y continuó reformando la vida financiera, administrativa, educativa, incluso social y cultural.



En términos educativos, Mahmut II abrió centros de formación para el nuevo ejército y envió a un primer grupo de 150 estudiantes a varios países europeos como Inglaterra, Francia, Prusia y Austria; una práctica común implementada por países no europeos que deseaban incorporar modos occidentales de vida en sus sociedades, tal y como sucedió con Japón durante el periodo de las reformas Meiji (1868-1912) cuando se enviaron a varios estudiantes japoneses al extranjero, especialmente Europa y Estados Unidos, en aras de “buscar el conocimiento alrededor del mundo” como lo estipulaba la Gokajō no Goseimon (五箇条の御誓文) o Carta de Juramento imperial. La nueva oferta educativa de Mahmut II se convirtió en una alternativa frente a la educación que proveía la ulama (علماء‎) o estudiosos del islam en las escuelas musulmanas alrededor del Imperio.



Esta nueva asimilación del mundo occidental vaya que cambió el modo de vida de la sociedad otomana. De pronto los palacios otomanos y las casas de los bajás (gobernadores) comenzaron a decorarse y amueblarse al estilo europeo, la sociedad disfrutaba del entretenimiento y la recreación al estilo occidental. En las embajadas extranjeras de Estambul los otomanos empezaron a bailar con las esposas de los embajadores y Mahmut II no solo introdujo el protocolo europeo para recibir a los diplomáticos extranjeros, sino que también reformó la moda otomana; de la noche a la mañana las botas y pantalones de cuero negro se volvieron obligatorios para todos los empleados estatales, las barbas islámicas tradicionales fueron recortadas o afeitadas por completo y los turbantes fueron sustituidos por el icónico gorro rojo llamado “fez”, esto claro excluyendo el uso de turbantes para la ulama (علماء‎) islámica.


Fez turca tradicional y sultán Mahmut II


Estos cambios fueron tan solo el preludio de un periodo reformador de 30 años llamado “Tanzimat (تنظيمات‎/ Reorganización)”, nombrado así tras el hatti-sharif o edito real publicado por el sucesor de Mahmut II, su hijo Abdulmejid I. Para dar continuidad a la tarea modernizadora de su padre y consolidar las bases socio-políticas del Imperio Otomano, Abdulmejid I introdujo los primeros billetes de papel, el Banco Central otomano, la Bolsa de Valores otomana, las primeras oficinas de correos imperiales, el Parlamento otomano, la bandera nacional turca de la actualidad, los primeros pasaportes y documentos de identidad, abolió la esclavitud y la venta de esclavos, estableció varias universidades nacionales, redes de telégrafos y un moderno sistema de trenes, entre otras aportaciones. En pocas palabras, estos años de reorganización del Imperio Otomano crearon la base de desarrollo que todo Estado moderno necesitaba en el siglo XIX para colocarse a la altura de sus pares en el concierto internacional de naciones.



La modernización finalmente es un proceso socio-económico de industrialización y tecnificación que envuelve las distintas realidades humanas, es un continuo que se proyecta al futuro en aras de mejorar la calidad y los estándares de vida; sin embargo, en el muchas veces acelerado progreso, es importante reconocer nuestras raíces y lo inmutablemente valioso pues, a mi parecer, serán los elementos clave que darán dirección al muchas veces vacilante proyecto histórico que todos llamamos “Humanidad”.



Y tú ¿cómo respondes a la modernidad y sus aportaciones? ¿qué identificarías como lo permanentemente valioso e inmutable, en el nebuloso y muchas veces acelerado progreso?



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