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«Especial de héroes»: Temístocles

Autor: Guillermo Beguerisse Hormaechea


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Bienvenido a la segunda entrega del «Especial de héroes». Hoy conoceremos al hombre que con estrategia sentó las bases de la época de oro de una ciudad y, de esta manera, la cuna de la civilización occidental.

Cuando el Imperio aqueménida de Persia atacó la península griega en el 490 a.C. lo hizo con una sentencia de muerte para una civilización que creía en la democracia y el poder del pensamiento. El futuro de la civilización occidental dependía de un puñado de valientes liderados por un ateniense. Su nombre: Temístocles.



Hijo de un padre ateniense de clase media y una madre extranjera, con habilidad y esfuerzo sobresalió en la competida y clasista sociedad de Atenas, hasta obtener el título de arconte, el gobernante de la ciudad. Para entonces, la amenaza persa se acercaba cada vez más. Con el nuevo cargo luchó contra la costumbre e instó a la ciudad a desarrollar una fuerza naval a pesar de que la mayoría prefería un ejército de hoplitas. Para lograrlo construyó el Pireo, el puerto de Atenas, y logró tener una flota de 200 trirremes, el tipo de embarcación más ágil y rápido de la época gracias a sus tres filas paralelas de remos a cada lado.



En el 490 a. C. el ejército persa del rey Darío llegó a Grecia desembarcando en la playa de Maratón. Tras cinco días de batalla, las falanges atenienses aplastaron a la infantería persa que no tuvo más remedio que huir. La victoria llenó de confianza a los atenienses, pero muy pronto enfrentarían la venganza de un ejército mucho mayor liderado por el nuevo rey persa, Jerjes.



La represalia de Jerjes llegó diez años después por un nuevo camino. De nuevo los planes persas menospreciaron la inteligencia helénica. El ejército más grande que el mundo antiguo había visto se encontró en el paso montañoso de las Termópilas a un pequeño grupo de griegos liderados por el rey espartano Leónidas. El batallón griego sostuvo el paso durante tres días, mientras que un contingente comandado por Temístocles, logró contener a los persas en la batalla naval de Artemisio. Sin embargo, el traidor Efialtes le mostró a Jerjes un camino para llegar por la retaguardia a las Termópilas. Al conocer que su posición había sido comprometida, Leónidas permitió huir a quienes lo desearan, quedándose él, acompañado de 300 espartanos y 700 hoplitas de Tespias, firmes en sus puestos. Todos murieron tras aniquilar a más de 10,000 enemigos. El invasor avanzaba hacia Atenas. Temístocles, temiendo lo peor tomó una decisión. Ordenó el abandono de la ciudad y la reubicación de mujeres y niños en la isla cercana de Salamina. Desde ahí vieron al enemigo incendiar la acrópolis y saquear sus hogares. Un precio caro para trasladar la guerra a la mar. Una flota griega de 300 barcos provenientes de 30 ciudades-estado haría frente a los 500 navíos enemigos.



El miedo comenzó a mermar la confianza de la alianza helénica. Algunos estados estaban a favor de abandonar la iniciativa ateniense y fortalecer, en cambio, otra posición en el istmo de Corintio. Temístocles no podía permitirlo tras el precio pagado al fuego. Con una acción contradictoria, por medio de espías difundió en el ejército de Jerjes rumores sobre posibles fracturas en la alianza griega. El rey mordió el anzuelo y lanzó un ataque antes de tiempo para capitalizar el supuesto desorden griego. La acción impidió que los partidarios de fortalecer Corintio abandonaran sus posiciones. No les quedaba otra opción que pelear. Temístocles tendría su batalla naval justo donde quería, en Salamina.



Al amanecer los griegos retrocedieron y atrajeron a la enorme flota persa hacia el estrecho. Temístocles conocía el lugar y sabía que muy pronto se desataría un fuerte oleaje para el que los persas no estaban preparados. Cuando comenzó, las olas concentraron a los barcos persas hasta que entre ellos mismos se estorbaban para maniobrar. Era el momento de atacar. Temístocles dio la orden a sus trirremes de embestir a toda velocidad y partir en dos a los barcos de Jerjes. Los soldados persas caían al agua entre los restos que se hundían, mientras los soldados griegos remataban a los que quedaban en las cubiertas.


Batalla de Salamina, Wilhelm von Kaulbach (1868)


Los griegos ganaron la batalla y con ella la guerra. Ganaron la libertad que le permitió a Grecia tener un periodo de esfuerzo artístico y cultural que sentó una de las bases de la cultura occidental, teniendo a Atenas en el centro. Desafortunadamente, la carrera de Temístocles comenzó a decaer. A pesar de sus logros y las victorias que le garantizó a la ciudad, se le acusó de soborno y asociación con traidores. Terminó siendo exiliado de la ciudad, a pesar de la gran imagen con la que se le recordaba en el teatro, y eventualmente condenado a muerte. Logró escapar y, sorprendentemente, ser recibido en Persia por el nuevo rey Artajerjes, quien le nombró gobernador de Magnesia en Jonia. Al poco tiempo murió, sin que quede claro si fue por enfermedad, envenenamiento o suicidio.



Temístocles fue un comandante brillante y un estadista inigualable que derrotó a la potencia persa y elevó a Atenas a la posición que le permitió convertirse en la cuna de Occidente. La salvación de Grecia y la importancia del resultado de las acciones de Temístocles dan la verdadera medida de su grandeza. Sin duda, un héroe.



¿Por qué crees que un héroe puede ser condenado por su propio pueblo y rescatado por el enemigo? ¿Qué consecuencias crees que tuvo esa decisión para el desarrollo de nuestra cultura? ¿Ves parte de la herencia de Temístocles en tu país?



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