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Homousios: Unidad divina e imperial

Actualizado: 22 ago 2020

Autor: Fermín Beguerisse Hormaechea

[Representación pictográfica del Concilio de Nicena]

Antes de haber pasado a la historia como Constantino el Grande, la magna figura del emperador de Roma estaba eclipsada por su semejante romano de oriente, el emperador Flavio Licinio. Ambos gobernantes dirigieron sus respectivas porciones de Roma en relativa armonía hasta que, en el año 314 d.C, Constantino decidió dar fin con aquella inconveniente división imperial.

Durante la guerra civil librada por ambos “Augustus”, Constantino se inclinó cada vez más hacia el cristianismo, religión tolerada desde el 313 d.C. gracias al Edicto de Milán. Desde entonces, las legislaciones no solo fueron cada vez más favorables para los seguidores de Cristo, sino que también existía un corte cristiano en ellas, como lo resalta la ley de prohibición de asesinatos de esclavos (319 d.C.) Una vez finalizado el enfrentamiento entre Roma Occidental y Roma Oriental, Constantino decidió consolidar al cristianismo como el brazo espiritual del imperio, lo que a su vez significó buscar la unidad dentro de la Iglesia.

Desde la óptica de Constantino la unidad eclesial habría de traducirse en la unidad política de Roma; sin embargo, para que ello sucediera primero habría que finalizar con uno de los mayores retos teológicos e intelectuales del momento: el arrianismo. El arrianismo, llamado así por su principal promotor, el presbítero Arrio de Alejandría, significó una división confesional dentro de la Iglesia Católica, ya que comprendía al Hijo de Dios como creado por Dios Padre y no consubstancial con Él.

A manera de resolver esta diferencia en credos, Constantino decidió prohibir los concilios locales y autorizar solamente un Concilio Universal que representara a toda la cristiandad, siendo el primero de ellos el Concilio de Nicea I en el 325 d.C. El concilio fue precedido por Constantino en persona y logró resolver, momentáneamente, el conflicto teológico al respetar la doctrina trinitaria e incluir el concepto de “consubstancialidad” del griego “homousios” (hὁμοούσιος – “misma esencia”) para describir la relación entre el Padre y el Hijo.

Sin embargo, el reconocimiento de la unidad trinitaria no fue suficiente para terminar con la cristología arriana. Además de haber sido expandido entre vándalos, godos, y ostrogodos por el misionero arriano Ulfilias, es cierto que el segundo hijo de Contantino, Constancio II, favoreció el arrianismo durante su gobierno, hasta la llegada del emperador Juliano II quien volvió, por un breve momento, al politeísmo grecolatino. No sería sino hasta el 381 d.C. que nuevamente la figura del emperador, entonces bajo Teodosio I, reuniera a los obispos del imperio en un concilio ecuménico en Constantinopla; cuyo resultado, aunado al de Nicea, además de rechazar definitivamente al arrianismo, derivó en la única declaración ecuménica autorizada de la fe cristiana aceptada por la Iglesia Católica, la Iglesia Ortodoxa bizantina, la Ortodoxia Oriental, la Iglesia del Este, gran parte del protestantismo, incluida la comunión anglicana.

La división y el choque de interpretaciones, es una constante del comportamiento humano debido a la variedad de experiencias. En aquel tiempo alcanzar la aceptación del símbolo niceno-constantinopolitano, significaba también alcanzar la unidad política en Roma. Al día de hoy, más allá de la esfera religiosa, ¿qué es lo que nos impide alcanzar acuerdos? ¿a caso serán los intereses propios o somos capaces de superarlos y velar por un bien común?


[Busto de Constantino I]

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Aprende más:

Constantino I: “Política Religiosa” https://www.youtube.com/watch?v=ABifHsy5iTU

Fuentes:

Norwich, J. J. A short history of Byzantium, Vintage, EEUU, 1999 pp. 7-9

History of Arianism, History World.net

Salinero González, R. ¿En qué consiste el Arrianismo?, Canal UNED, Universidad Nacional de Eduación a Distancia, España.

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